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LA VIDA DEL EVANGELIO 43 5. UNA ESPIRITUAUDAD DE SEGUIMIENTO La experiencia de Dios como Padre, metido y comprometido en el amor a los hombres, que se percibe en la imagen del Reino es fundamental a la hora ,de construiir la propia vida de fe. Esta experiencia viva de Dios nos impide recalar en los puertos del pasado, dirigiendo nuestra vida al mar abierto del futuro. El que ha conocido a Dios de forma existencial ya no puede seguir encerrado en su propia quietud, ya que su misma pre– sencia ·arrastra hacia el futuro, hacia la búsqueda de su rastro, donde poder encontrarle con iplenitud. Pero esta e:x,periencia básica de un Dios Padre que nos conduce por el camino en el que el reconocimiento de su bondad se traduce en un amor eficaz a los hombres puede tomar formas distintas, lo cual explica el pluralismo a la hora de concretar el modo de ser cristianos. No cabe duda de que Jesús entendió esta respuesta al amor interpe– lante del Padre en fol11Ila ,de itinerancia desarraigada para anunciar Ja buena noticia del Reino. Al resucitar Jesús, su persona se convierte en camino obligado para llegar a Dios. Pero aún en su vida ternena, como sacramento que era del Padre, el seguimiento de su persona equivalía a responder a la llamada salvadora de Dios; de ahí que Jesús llamara para que .le siguieran. Uamada que comportaba la convivencia con Él, la parti– cipación en el anuncio del Reino y la com-pasión en los sufrimientos consecuentes. Cuando Jesús llama no es para compartir una ideología, aceptar un conjunto de verdades teóricas o seguir una normativa más o menos exi– gente; ni siquiera, por importante que parezca, para aceptar un proyecto común como podía ser el Reino. Todo esto tal vez esté incluido en el segui– miento, ,pero no constituye su núcleo. El seguimiento se refiere a la per– sona misma de Jesús y solamente ·a su pel'sona. Esta experiencia de relación e intimidad con el Señor no se agota, sin embargo, en sí misma. Jesús llama a los discípulos «para que estén con Él y enviarlos a predicar» (Me 3, 13-15). Por lo tanto, el ,seguimiento va más allá de una convivencia íntima con Jesús; implica también la misión y el trabajar para que el hombre se abra a Dios y encuentre su rea– Jización. La participación en la Vlida y trabajo de Jesús conduce indefectible– mente a }a pru-ticipación en su mismo destino. A través de todo el Evan– gelio cruza la idea de que el destino de Jesús es la muerte violenta, con– cretamente la muerte de cruz. Pero también aparece ·de forma constante la imagen de que el discípulo no es mayor que su maestro; por lo tanto, el que quiera seguir a Jesús tiene que asumir y seguir ese mismo destino cargando con la cruz (Mt 10, 38).

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