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40 J. 11.HCÓ cuando la Fraterni,dad ya se encuentra asentada en los conventos. Pero la comprensión evangélica de Francisco es «espiritual», desde dentro, al estilo joáni:co; una comprensión que se caracteriza, según Egger, por el respeto externo ante la Palabra, la disponibilidad ,para la conversión espi– ritual, la 'Pobreza interior ante Dios, la puesta en práctica de la Palabra y la convicción de que el sentido de la Escritura está en la acción. 3. ¿CóMO UTI'LIZABA FRANCISCO LOS TEXTOS DEL EVANGELIO? Al estudiar ,las citas bíblicas en los Escritos de Francisco hay que hacerlo con cierta precaución. En pnimer lugar porque no podemos pro– yectar a su tiempo la disección en capítulos y versículos de la Escritura tal como lo hacemos hoy. El lenguaje religioso de Firancisco está saturado, por la influencia ,de la liturgia, ,del pensamiento de los Evangelios; de ahí que, cuando escribe, aflora de una manera espontánea, sin tener que refe– rirlo estrictamente ·a citas concretas. Es deair, que cuando Francisco habla del Evangelio, nos ofrece sus ideas si-n citar expresamente a los evange– listas sino de un modo general. Expone algún principio radical básico y después lo razona con ideas del mismo Evangelio. Además, no sabemos exactamente cuál era la capacidad de Francisco para buscar los textos convenientes a las ddeas evangélicas que él quería expresar. Da la casualidad que los escritos más seguros, como son los autógrafos y el Testamento, apenas tienen citas, mientras que aquellos en que necesitó culaborndores, por ejemplo las Reglas, están plagados de citas. El caso más llamativo es el de la Regla no bulada, donde el espacio dedicado a l'as citas supera en mucho al de sus ideas personales. En esta ocasión tenemos un testimonio que nos ayuda a esclairecer el problema. Se trata de Jordán de Giano, quien en su Crónica (n. 15) nos dice que Franoisco, viendo que Oesáreo ,de Espira era rrnuy entendido en el conoci– miento de las Sagradas Escrituras, le confü:i el trabajo de adornar con palabras del Evangelio la Regla redactada por él •con palabras sencillas. Y Cesáreo lo hizo así. De este comprnrtamiento de Francisco se podría deducir que, a mayor número de citas en sus Escritos, más colaboración por parte de los cola– boradores. Lo cual no deja de colocarnos ante una situación perpleja al querer comprobar el conocimiento real que tenía Francisco de la Escri– tura, sobre todo a la hora de utilizarla. A mi parecer, la solución no está en caer en el extremo contrario y pensar que todo el aparato de citas que ap,areoe en sus EscrHos le fuera completamente extraño. Francisco podía conocer perfiectamente las prin– cipales ideas que aparecen en los Evangelios y sugerirlas a los estudiosos

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