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LA VIDA DEL EVANGELIO 39 notar a la hora de manejar los textos. En cambio, Francisco, que no era teólogo, lee la Palabra de una forma realista, sin alambicamientos de nin– guna alase. E,sto lo sabían sus biógrafos hasta el punto de que, curiosa– mente, sólo le atribuyen los textos escriturísticos de los libros «abiertos», es decir, los libros que ·estaba permitido leer a los laicos, como eran los históricos, etc. La formación religiosa propia de un laico de su tiempo que tenía Fran– cisco no le permitía otra lectura del Evange;Iio más que la sencilla y rea– lista. Sin embargo, esto no nos puede llevar a confundir su «literalismo evangélico» con el fundamentalismo de esas nuevas sectas americanas. Para Francisco, la «letra» de la Escritura no es lo absoluto y -fundamental (Adm 7). Él siempre la interpreta desde dentro, condicionado por su cul– tura religiosa popular. De ahí que incluso ese realismo Jiteral quede ma– tizado al concretar para su vida el seguimiento radical de los consejos del Señor. Esta interpretación realista pero libre de la Escritura le per– mitió hacer experiencias radicaJmente nuevas al colocarse en ,la misma situaci·ón sociorreligiosa que el Movimiento de Jesús, es decir, t:.n una situación de pobreza y radicalismo itinerante que le ayudaba a percibir aquellos textos del Evangelio que los «profetas itinerantes» de la primitiva Iglesia no sólo habían vivido sino también transmitido a partir ,de su experiencia con Jesús. La lectura del Evangelio siempre es posicionada, nunca neutra; por eso ayuda a su inteligencia el abor,darla desde una acti– tud similar a la que la vivió Jesús y sus Apóstoles. Est,a toma de posición de Francisco le colocó frente al Evangelio des– nudo de todo ropaje científico que sirviera de justificadón y pretexto para evadirlo. Su insistencia en que no se hagan glosas del Evangelio diciendo cómo hay que entenderlo (Test 38) explica su decisión de abor– darlo limpiamente, puesto que ·en eJ fondo sólo es capaz de entenderlo quien lo pone en práctica. Por ;lo menos eso creía Francisco al dar a una mujer pobre, madre ,de un religioso, el primer y único Evangelio de que disponía la Fraternidad de la Porciúncula. Las razones aducidas son claras: el Señor se complace máis cuando practicamos lo que contiene que cuando solamente ilo leemos (2 Cel 91; LP 93). En otras palabras, Francisco parte de .la praxis sin esperar a tenerlo todo claro en el plano conceptual. Se av0ntura a hacer la experiencia <le vivirlo y, desde esa experiencia, des– cubre una nueva forma de entenderlo. A pesar de este entendimiento práctico y realista, Francisco no aborda el Evangelio con un literalismo burdo y superficial. Se podrían aducir infinidad de ejemplos, en los que, bajo apariencia de literalismo pedestre, hay una relectura o interpretación del texto acomodándolo a Jas circuns– tancias concretas. El tema del literalismo evangélico aparece después,

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