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LA VIDA DEL EVANGELIO 35 contestó: «Si deseas hacer todo el camino, entonces ve y vende cuanto tengas, y entrégas,elo a los pobres (Mt 19, 21).» Pedro Valdo y sus compa– ñeros fueron a Roma en 1179 para que el Papa les aprobara el Propósito con el que poder vivir de forma absoluta y literal según 1a doctrina del Evangelio. En la profesión de fe de 1180, Valdo e-x;presa su proyecto: «Puesto que, según el apóstol Santiago, la fe sin obras está muerta (Sant 2, 17), renunciamos al mundo dando a los pobres lo que tengamos, como aconseja el Señor, y decidimos ser pobres hasta el punto de no andar preocupados por ·el mañana, ni aceptar de nadie oro ni plata ni nada pare– cido, excepto la comida diaria y el vestido. Nos proponemos observar como preceptos los consejos ,evangéli.cos.» En realidad, esto no era literatura piadosa, pues el curial Gualter Map había ya dicho de ellos que no tenían domicilio es•table, viajaban de dos en dos, descalzos, vestidos con paños de lana, sin poseer nada y teniendo todo en común como los Apóstoles, desnudos, siguiendo al Cristo desnudo. El evangelismo de los Valdenses, de inspiración apostólica, se concreta en el pauperismo y la predicación itinerante. El fundamento de la pobreza valdense era la imitación de Cristo y rde los Apóstoles. Por ello dirá Du– rando de Huesca: «Nuestra fe y nuestras obras están justificadas por los Evangelios. Si preguntas por qué somos pobres, diremos que porque hemos leído que nuestro Salvador y sus Apóstoles fueron pobres.» El afán de .comunicar a los demás su propio descubrimiento del Evan– gelio los llevó a una predicación itinerante, en ,1a que encontrarían el principal obstáculo para ser aceptados por la Iglesia. Cuando en su afán proselitista se asentaron en Milán, lo primero que hicieron fue abrir una «escuela» o lugar de encuentro para poder predicar y que el público aprendiera de las Escrituras. Los Valdenses lombardos practicaron un evangelismo menos itinerante y más oercano al de los Humillados. La espiritualidad de los Humillados toma el modelo de la comunidad primitiva. Empeñados en una vida sencilla y honesta, se reunían para rezar y comentar el Evangelio. Solamente los dirigentes iban visitando las comunidades y aprovechaban la,s pequeñas industrias, dedicadas a la lana, para trabajar ellos mismos durante su estancia. Una parte del movimiento terminó enfrentándose a la Iglesia por cuestiones de predicación. La ma– yoría aceptó ,la decisión de la Curia de convertirse en tres órdenes: una canonical, formada por clérigos, otra monástica, que comprendía herma– nos y hermanas, y otra de laicos, que permanecían en ,sus casas. El Propósito de estos últimos, aprobado por Inocencio III en 1201, define su objetivo espiritual de guardar, con la ayuda del Señor, la humil– dad del corazón y la mansedumbre de las costumbres, según dice el Señor: «Aprended de mí que soy manso y humilde de 1 corazón y encontraréis

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