BCCCAP00000000000000000001526

FRANCISCO, TESTIGO DE DTOS 173 que comienza en el año 963 y en la que se nos describen los usos y cos– tumbres lombardos que se vivían en el pueblo. Indudablem,mte Francisco tuvo ocasión, después de convertido, de entrar en contacto con otras formas más cultas de imaginar a Dios. El trato con teólogos de la propia Fraternidad y de fuera, así como las posi– bles lecturas que hiciera o que escuchara, debieron de influir en su ma– duración espiritual. Pero, analizando los escritos más tardíos en que nos habla de Dios, percibimos todavía una imagen popular de lo divino bebida en la litt.rgia y en la tradición, aunque vivida con una gran inten– sidad. Se trata de ese conocimiento de la Escritura aprendida no por estudio alguno sino por la audacia de pretender vivirla al máximo (2 Ccl 102-105). De todos modos, la imagen de Dios que se forma Francisco no nos interesa tanto por su originalidad conceptual cuanto por su dinamismo, capaz de originar un nuevo modo de vida que se convierte en transpa– r.::ncia de lo que es y significa Dios para el creyente responsable de su fe. Por eso, más que las ideas que nos pueda proporcionar su pensa– miento, nos interesan las actitudes que es capaz de desencadenar, ya que la imagen experiencia! que tiene es la de un Dios ejemplar que motiva y empuja a historizar en la propia vida, y a través de mediaciones, lo que descubrimos al encontrarnos con El. 4. UN DIOS Olill Ml:EVE A CONVERSIÓN Tras esa imagen tradicional de Dios que se forma Francisco, se esconde el Dios vivo, cuya presencia le interpela y seduce hasta el punto de cam– biarle el horizonte de sentido que había tenido hasta entonces. Celano (1 Cel 5) nos describe esta experiencia desconcertante en el famoso «sueño de Espoleto». En una imagen feudal propia del üempo, nos dibuja el cambio de valor que adquiere Dios en la vida de Francisco. De ser un medio más en la cons,ecución de lo que para él constituía lo absoluto de su vida -llegar a conquistar la nobleza-, pasa a ser el Valor desde el que se vive y para quien se vive todo lo otro. El Dios sociológico, que había permanecido inmóvil y compatible con otros valores, da paso al Dios vivo y vivificante que conquista y se adueña, ensancha y desgarra el horizonte en el que poder vivir la propia vida. El consentimiento de Francisco a la evidencia del señorío de Dios le supondría par:.> el futuro vivir en continuo éxtasis, en un permanente éxodo de sí mismo hacia el Dios que da la plenitud. Después de esta experiencia ya no podrá seguir pastoreando su propia personalidad, sino

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz