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186 J. M1CÓ 6. EL DIOS HIJO El arte en general tuvo una importancia activa y decisiva en la forma– ción de la imagen de Dios en la religiosidad popular medieval, y esto es extensible también a la imagen de Cristo. Muchos tímpanos y ábsides medievales nos ofrecen al Cristo glorioso que, sentado a la derecha del Padre, s·e ha convertido en Juez de vivos y muertos. Imagen que inspira un temor reverencial y que no está exenta de cierta manipulación por parte de las clases dirigentes. Otra imagen que acompaña a la de Cristo-Juez es la de Cristo-Doctor, rodeado de los Apóstoles y ofreciendo al mundo el libro de la Palabra. Si a éstas añadimos la de Cristo ascendiendo al cielo y enviando su Espí– ritu a los Apóstoles, tendremos una idea de la dimensión trascendente con que contemplan al Señor los cristianos medievales. Una visi~)n, por otra parte, tradicional, que hace resaltar la divinidad de Cristo sobre su humanidad. Sin embargo, junto a esta imagen gloriosa de Cristo, aparece otra que la complementa. Se trata de los grandes crucifijos que presiden el altar en las iglesias románicas. Imágenes del crucificado que comien– zan representando 'di «Rex gloriae» y que, poco a poco, van evolucio– nando hacia aspectos más dolorosos y humanos, en pleno paralelismo con ]a espiritualidad. El Cristo de S. Damián, tan determinante a la hora de cristalizdr en Francisco la imagen del Señor, ofrece una síntesis de esas dos tendencias; en él confluyen el «Rex gloriae» y el Crucificado. Por tanto, la imagen de Cristo que tiene Francisco es una imagen equilibrada del «Dios-hecho-Hombre», en la que no se acentúa ninguno de los dos polos. ContemJ?lado srempre dentro del ámbito trinitario, está en relación con el Padre y el Espíritu; lo cual no quiere decir que lo sitúe en la lejanía de la trascendencia, sino que Jesús, el Hombl'e en el que se hace presente la misericordia de Dios, participa de su divi– nidad. Esto plantea los mismos prob1'emas que surgieron a la hora de hablar sobre la realidad bipolar de Dios, es decir, de su trascendencia e inma– nencia. Pero si queremos seguir con la misma metodología, tendremos que hacer necesariamente esta división. a) Cristo el Señor La expresión más corriente con que Francisco suele expresar la tras– cendencia del Hijo es la utilizada en la liturgia: «por nuestro Señor Jesucristo». Con ella indica que Jesús es el «Dominus» que está sentado junto a Dios y que, lo mismo que el Padre, participa de su divinidad.
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