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FRANCISéó, TEStlGó DE DIOS 185 ejemplar. Bn ell.l se miran los hermanos como un ejemplo de relación familiar, en la que su entrega mutua hasta la unidad no les impide que sean absolutamente distintos (CtaO 50-52). S. EL Drns PADRE Dios no es un ser genérico, sino un nudo de relaciones personales. El Padre es el Padre de Jesús y origen del Espíritu, y a Él van dirigidos nuestra fe y nuestro amor. Repetidas veces recomienda Francisco que la oración fundamental del cristiano sea el «Padrenuestro» (2CtaF 21). Sin embargo, cuando ora en solitario, raras veces llama Padre a Dios. Las turbulentas relaciones con su padre, Pedro Ber,nardone, podrían inducir– nos a pensar en cierta compensación divina, sobre todo si tenemos en cuenta la narración de Celano sobre el juicio ante el obispo que termina con la expresión: «Desde ahora diré con libertad: Padre nuestro, que estás en los cielos,-, (2 Ce) 12). Pero la realidad que nos ofrecen los Escri– tos no parece apoyar esta tesis. Para Francisco, Dios es Padre sobre todo en relación a su Hijo. En el Oficio de la Pasión, que utilizaba para dirigirse a Dios, más que ense– ñarnos qué era el Padre para él, nos dice lo que era para Jesús. Su experiencia de la filiación divirra se remite a indicarnos la relación filial dd Hijo con el Padre. Para decirnos quién es el Padre, no nos revela sus sentimientos, sino que apunta a los sentimientos de Jesús, pues el Padre es, en primer lugar, el «Padre de nuestro Señor Jesucristo», como nos dice Pablo (2 Cor 1, 3). Introducir al hombre en esta comunicación divina es para Francisco motivo de asombro y temblor; por eso, no duda en manifestar lo glorioso, santo y grande que es tener un Padre en el cielo (2CtaF 54). Dentro de la comunidad trinitaria, el Padre es el que toma la inicia– tiva de la Salvación. Él es, de forma prioritaria, el Creador de todas las cosas espirituales y corporales (2 R 23, 1). El es también el Redentor qu~ hizo nacer a su Hijo de la Virgen María y quiso que su muerte en la cruz fuera para nosotros motivo de salvación (1 R 23, 3). Así mismo es el Consolador y Salvador definitivo (ParPN 1), que nos espera para acogernos en su seno al final de los tiempos (1 R 23, 4). Aunque el Padre habita en una luz inaccesible (Adm 1, 5), nos ha hecho present·e su amor por medio de su Hijo, que se convierte en Camino para llegar hasta Él (Adm 1, 1}. Por tanto, el modelo de esta relación filial es el mismo Hijo que, desde la prueba y la gloria, permanece abierto en fidelidad a la voluntad de Dios Padre.

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