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FRANCISCO, TESTIGO DÉ DIOS i83 piár5.elas es negar el señorío de Dios y crear falsas expectativas, pues al final «lo que creía tener se le quitará» (Adm 18, 2). Por eso, lo más cabal es respetar su dominio y agradecerle su generosidad (2CtaF 61). Este trasfondo sociológico medieval sirve también a Francisco para entender la soberanía divina en una relación de Señor-siervo. Al Señor, que es -dueño de todo, s·e le debe obediencia; es decir, hay que abrirle de par en par el ámbito -de la propia vida para que Dios se enseñoree de ella. Por tanto, la actitud del siervo es la de plegarse a la voluntad de su Señor sin oponer el obstáculo de los propios deseos, ya que atrin– cherarse en el propio parecer es •afirmar nuestro señorío y rebelarse contra el señorío de Dios. La verdadera obediencia supone, pues, olvi– darse de los quereres personales, para buscar solamente lo que Él quiere y lo que a Él lE: agrada (1 R 22, 9; CtaO 50), y esto, no por un senti– miento de victimismo oblativo y ciego, sino por haber descubierto que en la voluntad de l-U Señor se esconde su propio bien, su plena realización. Esta actitud del siervo que ofrece el espacio humano de su voluntad para que se manifieste el señorío de Dios, está descrita magistralmente en las Admoniciones. En ellas Francisco dibuja muy sutilmente la dispo– sición del siervo ante la presencia de su Señor; disponibilidad que favo– rece el cumplimiento de la voluntad de Dios en la realización de su Reino. Otra faceta del señorío divino, que Francisco incluye en este tér– mino, está relacionada con la de Juez de vivos y muertos, sobre todo referido a Jesucristo. La religiosidad popular medieval estaba muy fami– liariz::tda con la imagen del Señor como Juez de la historia. A la cate– quesis oral, que durante años gestó esta representación, se sumó des– pués la catequesis figurativa de los ábsides y tímpanos de abadías y cat·edrales. La majestad distante del Juez apocalíptico va dando paso, poco a poco, a l.t imagen mateana del juicio (Mt 12, 36); imagen que mantiene Francisco y a la que remite todo comportamiento: el Señor que nos creó y de cuyas manos salimos es el mismo que nos tiene que acoger en la tarde de nuestra vida (1 R 4, 6; CtaCle 14). 4. EL Drns TRINIDAD Y UNIDAD La relación experiencia! de Francisco no es con un Dios etéreo y leja-:i.o, por muy trascendente que sea, sino con el Dios vivo y ver,dadero que, desde su comunidad trinitaria, ofrece al hombre la posibilidad de realizarse en plenitud, tanto a niveles individuales como fraternos o colectivos.

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