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182 J. MICÓ 1). La creacion. sin embargo, no es un hecho aislado; es el principio que se sucede a sí mismo convirtiéndose en providencia (1 R 23, 8) y generando nuevas demostraciones de amor creativo para salvar al hombre de su fatal incoherencia. La voluntad de mantener su proyecto de crea– ción llevará a Dios a la Redención y a la Salvación escatológica. Todas las criaturas eran para Francisco testigos que remitían a la fuente de sus cualidades. Lo hermoso le llevaba al Hermosísimo, y lo bueno le gritaba que su creador era el Bien (2 Cel 165). El hombre, en med10 de la creación, era el fruto más acabado de Su actividad fecunda. Hecho a imagen suya, Dios lo dejará en libertad para que decida su propio destino; y la experiencia histórica nos recordará desde nuestra propia experiencia lo errado de su decisión. El hombre no deviene autónomo por el hecho de cortar sus propias raíces. Francisco sabe, como salido de las manos de Dios, que su destino es estar en esas mismas manos presi– diendo, como nn hermano mayor, todo el enjambre de seres que puebla la tierra. La creación entera es signo y sacramento del amor de Dios que nos va descubriendo su voluntad de salvarnos en plenitud a través de las cosas y de los acontecimientos, incluso de los más insignificantes (1 R 10, 3; CtaM 2). Puesto que todo acontecimiento es gracia que reclama ser acogida y devuelta a Dios en alabanza, como señal de gratitud, Francisco invitará a todas las criaturas para que se unan al coro de la humanidad (Cánt), con el fin de devolver, agradecidos, todos los bienes al Señor, ya que son suyos y de Él proceden. El reconocimiento de su soberanía es el motivo P'<lra que todas las criaturas que hay en el cielo y en la tierra, en el mar y en los abismos, rindan a Dios alabanza, gloria, honor y bendición (1 R 17, 18; 2CtaF 61). 3. EL DIOS SEÑOR Una consecuencia de la proclamación de Dios como Creador es recono– cerle como Señor soberano de todas las cosas. Este título, empleado con profusión por Francisco, revela el modo tan indeterminado que tenía el pueblo de nombrar a Dios. De hecho, el término Señor sirve tanto para referirse a Dios en general como a cada una de las Personas trini– tarias en particular. En esta religiosidad popular, la imagen del señor feudal y del rey germánico se proyecta sobre Dios Creador. Dios es el «dominus», el Señor de todas las cosas, que las reparte con prodigalidad a los hombres, aun– que manteniendo su soberanía. Por parte del hombre, pretender apro-

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