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FRANCISCO, TESTIGO DE DIOS 181 la fuerza y poder, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y quereres (1 R 23, 8). Es decir, con la totalidad del ser. El amor de Dios no debe ser un trampa para olvidar a los hermanos. El que ama a Dios entra a formar parte del dinamismo de su amor que todo lo abarca (2CtaF 18). Porque Dios ama a todos, tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos (2CtaF 27), incluso cuando se con– viertan en nuestros propios enemigos (1 R 22, 1-4), puesto que en el cris– tiano el ejercicio del amor no depende de la acogida humana sino de la certeza de que el amor de Dios es transformador; por eso debe reali– zarse de unct forma eficaz, sabedores de que el amor al hombre, al her– mano, es el sacramento de nuestro amor a Dios (CtaM 9). 2 EL DIOS CREADOR La primera noticia que tenemos de que Dios nos ama es la creac10n. Y ello porque el amor de Dios no es estéril. Su fiecundidad se manifiesta en la prolongadón de la propia vida trinitaria a través de las criaturas. La prueba de que nos ama es su acercamiento progresivo hasta florecer en humanidad en medio de nosotros; una obra maravillosa cuyos artí– fices son tanto el Padre y el Hijo como el Espíritu. L1 imagen de Dios Creador es muy querida en la religios1dad popular medieval. La Iglesia proclama en su liturgia la fe en Dios Padre omni– potente, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. La resonancia dt: la liturgia se hace arte plástica en las iglesias y cate– drales que sirven para alimentai la fe del pueblo. Los concilios repiten una y otra vez, con el fin de atajar la herejía, la fe en Dios Creador, convirtiéndose en una imagen familiar. Esta fe, lejos de ser un mero ejercicio de intelectualismo, es una con– fesión práctica de que las cosas son buenas porque su origen sustentante es también bueno. La necesidad de explicarse y explicar la existencia del mal había nevado a aceptar un principio malo, dando lugar a la herejía cátara. Pero la. mayoría del pueblo siguió creyendo de forma espontánea en la acción del Dios bueno como principio creador de todo Jo existente. De ,este modo la vida cobraba peso y las cosas se valoraban por sí mis– mas, al descubrir en sus profundidades las raíces de bondad que las alimentaban y las hacían posibles. Francisco participa de este ambiente en la visión de Dios como Crea– dor. De Sus manos han salido todas las cosas, espirituales y corporales (Cánt), sobre todo el hombre, hecho a su imagen. y semejanza (1 R 23,

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