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56 J. MICÓ urbana había creado su propia sombra de marginación. La sociedad pro– gresaba, pero también crecían los marginados. 2. CONSECUENCIAS SOCIA:LES Y POLÍTICAS La sociedad del siglo XII se podría definir como una sociedad en movi– miento. El crecimiento de la población obligó a la gente a buscar nuevas tierras o trabajos para seguir viviendo. El mercader viajaba continua– mente de feria en feria. Los peregrinos se lanzaban por los caminos de los grandes santuarios. Los cruzados se iban a liberar Tierra Santa. Los estudiantes seguían a sus maestros. Hasta los mendigos vagaban de ciudad en ciudad en busca de la limosna con la que subsistir. Esta itinerancia influyó también en el pensamiento y en la espiritua– lidad. Entre los teólogos comienza a desarrollarse, aunque de forma tímida, el concepto de «desacralización», cuestionándose la relación entre lo temporal y lo espiritual. Entre 1120 y 1140, los maestros de la escuela de Chartres reflexionan sobre el significado de la creación, afirmando que Dios, después de haber creado la materia, deja al hombre para que someta el universo. La Creación deja de ser un misterio para convertirse en una ordenada colección de criaturas que pueden ser estudiadas y ana– lizadas. En el campo espiritual, las experiencias eremíticas, que en el siglo XI se desarrollaron en el sur de Italia, se propagan rápidamente al norte, mientras que las corrientes r-eligiosas de inspiración dualista penetran en Occidente por medio de los mercaderes y cruzados. Se podría decir que, por primera vez, la gente siente ganas de vivir al descubrir su protagonismo y constatar que son posibles unas formas de organización donde crezca la libertad. Ante la pérdida de autoridad del Imperio y del Papado, las fuerzas sociales que se sentían desampa– radas tomaron la decisión de estructurar por ellas mismas la organización sociopolítica: el Común. Los Comunes eran una especie de Ciudad-estado y reclamaban para sí la autonomía frente al Papa y al Emperador. Al adquirir esta autono– mía y aumentar sus poderes por medio de la expansión territorial, de la diplomacia y de la solución de las discordias internas, los Comunes no sólo fueron capaces de dar la respuesta que necesitaban los ciuda– danos para su seguridad sicológica, sino también para restaurar los ser– vicios necesarios para defender sus vidas, para hacer crecer el comercio y para disfrutar de estabilidad política. Los éxitos de unos estimularon a otros hasta ir consiguiendo, en cadena, la baza de poder que perseguían. Sin embargo, para ello se nece-
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