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72 J. MICÓ zarse a los caminos en busca de la Jerusalén celeste, alentaba también al cruzado a liberar la Jerusalén terrena del dominio de los enemigos de Cristo. La recuperación del Santo Sepulcro alumbraría una nueva era en la historia de la Iglesia y del mundo. Por eso, había que acelerar su liberación no sólo exterminando a los enemigos de Dios sino también con una vida de mortificaciones y penitencias. Este espíritu, aunque en formas distintas, es el mismo que animaba a los buscadores de la «vita apostolica» y que, de algún modo, estaba presente en toda la renovación de la Iglesia. Las peregrinaciones y las cruzadas lograron cohesionar una espiritua– lidad popular caracterizada por una gran devoción a Cristo, sobre todo en los misterios referidos a su humanidad. El ansia de purificación, tanto a nivel individual como colectivo, será otra de las características; una purificación entendida más como actividad penitencial que como <lon misericordioso. La vida cristiana, por tanto, se convierte en una lucha para ganar el cielo, y la consecuencia es una concepción de la Iglesia como estructura organizativa en la que su función sacramental queda difuminada. b) En busca del Evangelio La Reforma gregoriana supuso para los laicos una toma de conciencia <le su responsabilidad en la Iglesia. Pero una vez que el Papa hubo con– seguido lo que pretendía, los invitó a replegarse a sus asuntos y perma– necer en su estado. Sin embargo, era ya demasiado tarde. El contacto con Tierra Santa a través de las peregrinaciones y de ias cruzadas, así como la predicación de los eremitas itinerantes, había despertado entre los fieles un sentimiento evangélico que coloreaba toda su espiritualidad. El Evangelio se había convertido en piedra de toque desde donde vivir la propia fe y exigirla a los demás; un evangelismo que se concretaba en la pobreza absoluta y el acceso directo a los Evangelios como Palabra interpeladora que empuja a su anuncio. Una de las consecuencias de la Reforma gregoriana había sido el enri– quecimiento de la Iglesia. Esto hizo que la crítica de los laicos pasara de la sexualidad al dinero. En nombre del Evangelio reclamaban un clero pobre y apostólico, que fuera capaz de anunciar la Palabra de Dios a los fieles de un modo creíble. Esta exigencia estaba respaldada por un deseo generalizado de seguir a Cristo Pobre, pero al mismo tiempo como testimonio frente a las realidades económicas y sociales. El desarrollo de la producción y de los intercambios había producido nuevos tipos de pobreza. Solidarizarse con los marginados de esta nueva sociedad era una forma de responder a la llamada que Cristo pobre les

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