BCCCAP00000000000000000001525

EL MARCO ESPIRITFAL DE FRANCISCO DE ASÍS 63 cton de la vida teológica, como ésta lo es de la filosófica. Tres estadios de un camino, cuyo punto de partida está en la ignorancia humana, y su punto de llegada en la verdad, la ciencia divina, revelada primero e infusa después. Todos estamos, según ellos, llamados a la contemplación mística, porque todos lo estamos también al conocimiento de la verdad. La tarea consiste en remover los obstáculos que se nos interponen, y que se reducen a la soberbia, la deshonestidad y la pereza. La doctrina de Hugo de S. Víctor (t 1141) es importante en la historia de la espiritualidad por ser el primer «místico escolástico», y por dis– tinguir de un modo claro la contemplación adquirida de la infusa. Además, es el intérprete más autorizado de la espiritualidad agustiniana, y su influencia en los demás «victorinos» es decisiva, así como en los grandes escolásticos del siglo XIII. Otro grupo importante dentro de la espiritualidad agustiniana fueron los Premostratenses. Fundados por S. Norberto de Xant (t 1164), des– tacaron más por su vida pobre y apostólica que por su aportación al campo de la teología. No obstante, también escribieron algunos tratados que sirvieron para la formación del clero. Además de las soflamas apo– calípticas de S. Norberto, destaca el extenso «Tratado sobre la forma– ción de los clérigos» de Felipe de Harvengt (t 1183), su principal repre– sentante de la esc·uela, en el que describe el ideal clerical como un mo– saico hecho de dignidad, ciencia, justicia, continencia, obediencia y silencio. ITI. LA ESPIRITUALIDAD PRACTICA La teología y literatura espiritual no fueron una realidad teórica des– ligada de la marcha cotidiana de la fe de los creyentes. En la mayoría de los casos acompañó e iluminó ese otro resurgir espiritual propio del siglo XII. El despertar de los laicos y la insatisfacción de la vida monás– tica tradicional dio lugar a un movimiento de reforma que se caracteri– zaba por la toma de conciencia de la propia responsabilidad espiritual y por la concretización de la vida evangélica en modelos de sencillez y pobreza. Estas dos ideas constituirán el soporte de todo intento de plas– mar en formas prácticas la fidelidad al Evangelio, tanto en la vida reli– giosa como entre los laicos. l. LA RENOVACIÜN DE LA VIDA RELIGIOSA Durante mucho tiempo el monacato había representado la única fór-•

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz