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62 J. MICÓ Estas elucubraciones, que a primera vista pueden parecer ingenuas y vacías, tuvieron una gran repercusión, sobre todo entre los «espirituales» franciscanos Ubertino, Olivi y Clareno, quienes, aplicando esta teoría a la pobreza, sacaron la conclusión de que .. la Iglesia debía vivir de tal modo espiritualizada que no tuviera posesiones de ninguna clase. S. Bruno de Colonia ( t 1101) es el último eslabón en el proceso de reforma monástico hacia formas más austeras y solitarias. De sus escri– tos se conservan pocos, pero los continuadores de su obra, los Cartujos, hicieron verdad el dicho de sus «consuetudines»: «Ya que no podemos predicar con la boca, tenemos que hacerlo, por lo menos, con las manos.» Después de S. Bruno destaca un grupo de escritores bastante importante que nos ofrecen los principales valores de la espiritualidad cartujana. El desprecio del mundo y las ventajas de la vida solitaria, la práctica del silencio y la mortificación son los temas más tratados. Pero el que resulta más interesante, por su originalidad, es el de la sistematización de la oración mental en cuatro grados: lectura, meditación, oración y contemplación. A pesar de ser bastante numerosos los escritores cartujos en este siglo, no se da una verdadera escuela doctrinal de espiritualidad de la Cartuja. Todos los grandes autores de la espiritualidad cristiana son aceptados normalmente por los cartujos; de ahí su gran flexibilidad doc– trinal y ascética. 3. Los TEÓLOGOS AGUSTINOS Durante toda la alta Edad Media, la Regla de S. Benito había ido ganando monasterios hasta convertirse en la única animadora de la vida monástica. Esto trajo como consecuencia, a pesar de las continuas refor– mas, el cansancio generalizado propio de todo movimiento que se alarga en el tiempo. A esto se debe que en el siglo XII apareciera un fenómeno espiritual que se estaba gestando desde hacía tiempo: la vuelta de la Regla de S. Agustín. Una de las consecuencias de la Reforma gregoriana fue la reagrupa– ción de los clérigos diocesanos con el fin de llevar una espiritualidad más acorde con su estado. Todos estos grupos de clérigos, que al prin– cipio tenían Reglas distintas y, más o menos, originales, acabaron por unirse bajo la Regla de S. Agustín, dando lugar a los Canónigos Regu– lares. De todos estos grupos los más conocidos son los de S. Víctor, fun– dados por Guillermo de Champeau, uno de los mejores teólogos del s. XII. Los «victorinos» se distinguieron por su tesón y profundidad en el estu– dio de la teología espiritual, sobre todo de la oración y la contemplación. Para la escuela de S. Víctor la vida contemplativa es una continua-
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