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392 LJÍ.ZARO IRIARTE Así, en el grupo de los hombres del Evangelio, el perdón era condición y exigiencia del ve11dadero amor fraterno. Y se tornaba también testimonio y mensaje para los demás hombres. En los inicios de la fraternidad, no les faltaron a los hermanos oca– siones ;para practicar la norma evangélica del perdón, pues muy a menudo se les recibía con injurias y malos tratos. «Ellos perdonaban de corazón, diciendo: "El Señor os ,perdone"» (TC 41). Su predicación era un mensaje penitencial de alabanza al Señor y de perdón. Así lo vemos en la lauda que Francisco inserta en la Regla no bul.ada, ,para que sea cantada por los trovadores ide Dios a toda clase de personas.: «Temed y honrad, alabad y bendecid, dad gracias y adorad al Señor Dios... Haced penitencia... Dad y se os dará. Perdonad, y se os perdonará. Y, si no perdonáis a los hombres sus pecados, el Señor no os perdonará los vuestros ... » (1 R 21, 2-6). En Francisco el perdón adquiere una importancia de medio de paci– ficación social Ya entonces existían los rencores por las injusticias que los indefen– sos tenían que soportar diariamente en una sociedad en la que el derecho estaba formulado en 'apoyo de las clases privilegiadas; había los resenti– mientos reprimidos del pueblo campesino, víctima habitual de las veja– ciones de los señores. Francisco compartía con ellos el sufrimiento; pero no pensaba, como solución, en una exacerbación del odio. Las fuentes biográficas nos han transmitido el relato de un caso muy expresivo y que, puede suponerse, no sería el único: «San Francisco encontró una vez en Colle, condado de Perusa, a uno muy pobre, a quien había conocido estando todavía en el siglo. Y le pre– guntó: "¿Cómo te va, hermano?" El pobre, irritado, comenzó a maldecir contra su señor, que le había despojado de todos los bienes. "Por culpa de mi señor -dijo-, a quien el Señor todopoderoso maldiga, no puedo por menos de estar mal". »Más compadecido del alma que del cuerpo del pobre, que persistía en su odio a muerte, el bienaventurado Francisco le dijo: "Hermano, perdona a tu señor por amor de Dios, para que libres tu alma de la muerte eterna, y puede ser que te devuelva lo arrebatado. Si no, tú, que has perdido tus bienes, perderás también tu alma". "No puedo perdonar de ninguna manera -replicó el pobre- si no me restituye primero lo que

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