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390 L-ÍZARO IRIARTE dio de los leprosos y le dio la gracia de practicar «con eilos la miseri– cordia» (Test 1-2). El joven Francisco se sintió entonoes invadido por el amor de Dios, es decir, por el perdón de Dios. Y este perdón, a la vez que lo alejaba de sus peca•dos, llevó a término en su espíritu la transformación ma,ravillo– sa: una transposición, no de los valores .en sí mismos, sino de la actitud de Francisco ante ellos. Desde aquel momento -dice él- «aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo» (Test 3). Vio que era otro. Comprobó que ya no era del mundo. El ,perdón divino era en él una experiencia íntima. ¿Pero quién puede estar seguro de haber cancelado todas sus deudas con Dios? No es fácil dominar en nosotros el instinto de seguridad, ni siquiera cuando se trata de abandonarnos a la fidelidad de Dios. Aun cuando su espíritu estuviese en paz, Francisco experimentaba la necesidad psicológica de tener esa certeza. «En cierta ocas10n -relata Cclano-, admirando la misericordia del Señor... , se retiró a un lugar de oración, según lo hacía muchísimas veces. Como permaneciese allí largo tiempo con temor y temblor ante el Señor de toda la tierra, reflexionando con amargura de alma sobre los años malgastados ... , comenzó a derramarse poco a poco en lo íntimo de su corazón una indecible alegría e inmensa dulcedumbre... ; le fue infundida la certeza del perdón de todos los pecados y se le dio la confianza de que estaba en gracia. Arrobado luego y absorto enteramente en una luz, dilatado el horizonte de su mente, contempló claramente lo que había de suceder... » (1 Cel 26). Quien ha vivido el encuentro con el Dios de la paz, está en condicio– nes de llevar a los demás los frutos de tal descubrimiento. El ,primer fruto es el perdón del hermano, como condición paira obtener el perdón de ,Dios y como disposición para el verdadero amor cristiano. Quien no ,perdona, no ama. Para Francisco, el modelo es Dios mismo, «en quien está todo perdón» (1 R 23, 9). Pero lo que en Dios es un atributo de su ser -la misericordia-, no resulta tan fácil a nuestra limitación. Por eso Francisco, en su Paráfrasis del Padre nu.e.stro, implora con sentido de minoridad: «Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia... Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos, para que por ti amemos de verdad a los enemigos... » (ParPN 7-8). Como fundador, Francisco desarrolló toda una pedagogía del perdón en el seno de la Fraternidad. Los hermanos lo vieron «lleno de compasión,
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