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398 LÁZARO IRIARTE imldulgen,c•ias, atañía a la satisfacción temporal que ,debía pagar el pecador tras la confesión de sus pecados; se concedía a quienes practicaban cier– tas obras buenas, como el cuidado de los enfermos, la construcción de una catedral, el enrolamiento en la cruzada. La idea del perdón s•e asociaba con bastante frecuenoia, no a la paz, sino a la guerra, bien fuera ésta contra los sarracenos, enemigos del nombre cristiano, o contra los paga– nos de las regiones del Báltico, o también contra los albigenses del sur de Francia. Es mérito de Francisco, ,de su sentido evangélico carente de prejuicios, el haber fijado el vínculo salvífica existente entre la metxmoia -peniten– cia/conversiión- y el arduo fruto de la paz. 3. PERDÓN, A:l.1t1R Y PAZ TAMBIÉN CON LOS SARRACENOS Estudios recientes han an·ojado nueva luz sobre el valor altamente evangélico de los viajes de Francisco a tierras islámicas; su empeño en realizarlos se le convirtió casi en una necesidad vital. Tras dos tentativas fallidas, una en direcoión a Siria (año 1211-1212) y otra a la España musul– mana (1213), logró por fin alcanzar su propósito en 1219, cuando la misma Fraternidad, reunida en capítulo, tomó conciencia del deber de iniciar una era de evangelización universal, más allá de los confines de la Chris– tianitas. Ambos bloques, Crist,iandad e Islam, no sólo se excluían mutuamente, sino que mantenían, desde hacía más de un siglo, un choque frontal. Entre los cristianos, 1'as ,c1 1 uzadas habían hecho, de la lucha contra el enemigo común, la ocasión de los más puros heroísmos caballerescos, del mismo martirio, y hasta la más noble manifestación de amor al Salvador: se lu– chaba por los lugares sagrados en ,los que El viv1ó y llevó a cabo la reden– ción. De ahí que el odio a los ,infieles se convirtió casi en un deber sagrado. A la mirada cristiana de Francisco, que veía todo a la luz del amor salvífico ide Dios Padre, el cual brinda su misericordia a todos los hom– bres, los sarracenos son, como los cristianos, hern~anos y objeto del amor eterno de Dios. La visita al sultán Melek-cl-Kmnel es tal vez el hecho más documentado de la vida de Francisco. Y son justamente dos tes1'imonios directos y ajenos a la Orden, Jacobo ,de Vitry y el oronista Ernoul, quienes nos per– miten captar el significado y la importancia del audaz gesto de aquel hombre insignifioante ,que, sin otras armas que su fe y su mansedumbre, atravesó con un compañero las líneas enemigas, se hizo conducir a la pre– sencia del soberano 1 infiel y, tras algunas semanas, volvió al campamento cristiano sano y salvo, más aún, escoltado con honor.

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