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Dios, a los hermanos que han peca– do o que se hallan en peligro. »Los superiores mayores no im– pongan penas canónicas a no ser que se vean obligados por manifiesta necesidad. »Igualmente, los superiores loca– les apliquen las penas paternas con la mayor prudencia y caridad, cuan– do la necesidad lo requiera. »Recuerden las palabras del pa– dre San Francisco en su carta a cierto ministro: 'En esto quiero co– nocer si amas a Dios y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieres esto, a saber: Que no haya en el mundo hermano alguno que por mucho que haya pe– cado, llegado a tu presencia, se apar– te jamás sin tu misericordia si la hubiese pedido, y si no te la pidie– re, pregúntale tú a él si la desea. Y si mil veces apareciese después ante ti, ámale más que a mí, a fin de ganarlo para el Señor'». (n. 32; completado con el n. 34). El espíritu de oración en la vida comunitaria tiene muchas formas de expresión, además de las celebra– ciones litúrgicas (Misa y Liturgia de las Horas). Están enumeradas en el n. 23. ¿El hermano que habitualmente vive solo cómo resuelve la necesidad de la oración comunitaria? Se dan dos soluciones: la primera, reunirse periódicamente con sus hermanos. Dice el n. 80 de las Constituciones: «Los hermanos que, por circuns– tancias especiales y con la bendición de la obediencia, se ven obligados a vivir fuera de casa gocen como los demás de los bienes de la fraterni– dad a que están adscritos. Siéntanse siempre unidos a la fraternidad y, a su vez, no dejen de contribuir al in– cremento espiritual de la Orden y a su sostenimiento material. 76 »Como verdaderos hermanos en San f'rancisco, vengan a nuestras casas y complázcanse en permanecer algún tiempo en ellas, especialmente por motivo de recogimiento espi– ritual. »Sean recibidos en ellas con ca– ridad y déseles la ayuda espiritual y corporal necesaria. Los superiores provinciales y locales los atiendan con fraterna solicitud, los visiten con frecuencia y los alienten». La segunda, tratándose especial– mente de la oración diaria, consiste en formar una comunidad de ora– ción con los colaboradores habitua– les, como por ejemplo, las religiosas de una estación misionera, los cate– quistas, los terciarios, los cristianos comprometidos, los fieles que fre– cuentan diariamente la iglesia ... (n. 35). APLICACION A NUESTRA REALI– DAD CONCRETA 1. ¿Nuestros actos de orac10n comunitaria responden, por su fre– cuencia y duración, a las exigencias de una fraternidad franciscana? 2. ¿El ritmo y el horario de nuestra oración comunitaria, se adaptan a la situación real de nues– tra fraternidad? 3. ¿Es satisfactoria la participa– ción de todos los hermanos a la oración común? ¿En caso negativo, cuál es la causa? PUNTO DE COMPROMISO FRA– TERNO (que debe ser señalado y acep– tado).

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