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mientos vistos a la luz de la fe, la apertura fraterna sqbre temas espi- rituales? ·· · · ¿Se q:mqcen y leen los escritos de San Francisco?. '' PUNTO DE COMPRQMI~Q FRA– TERNO (que debe ser señalado y acep– tadq). IV. ORACION Y VIDA FRATERNA (n. 21-30) LECTURA DEL TEXTO Tiene que darse un pluralismo, sobre todo teniendo presente que la oración franciscana se caracteriza por su espontaneidad, pero también a causa de las diferentes situaciones personales y comunitarias. De aquí la necesidad del compromiso fra– terno: tendremos una fraternidad orante solamente allá donde los her– manos se sientan mutuamente res– ponsables en la renovación de las formas tradicionales y en la intro– ducción de otras formas más adap– tadas (n. 22 ss). Son indispensables, por lo tanto, los animadores de la vida de ora– ción. En la designación de los Su– periores se debe tener en cuenta esta capacidad de animar espiritualmen– te la fraternidad provincial o local. Además, se necesitan hermanos qµe sean, por así decirlo, aqimadores de oficio, especialm~nt~ pr~parados en la espiritualidad bíblica; y reconoci– dos como hombres de experiencia en la oración. · P,romov~r fraternidades de retiro y de contemplación. Como sucedió en el pasado, cuando la Orden sentía el empuje de la renovación, también en la actualidad están surgiendq fra– ternidades de este tipo, con resulta– dos ba,stante positivos. Perq, tenga– mos eq cuenta, que no se trata de crear dos tipos de fraternidades, unas orantes ·y ·otras no orantes, si~ no más bie11 de encpntrar algo que 74 sea como un fermento para obtener que todas nuestras fraternídades sean orantes. No se trata de formar algunas fraternidades con el fin de que en ellas se salve lo poco de sano que todavía queda: esta actitud se– ría orgullosa. Más bien tenemos que partir de la confianza en la capaci– dad de renovación de toda la Orden y de la buena voluntad de todos los hermanos. Tienen que ser, por lo tanto, fraternidades abiertas, a don– de les sea posible retirarse tempo– ralmente a los hermanos que desean vitalizar su experiencia de oración y de trato fraterno (n. 25). El ritmo de la yida moderna, con la multiplicidad de actividades y las tensiones que lleva consigo, no ofrece siempre las · cqndiciones de ambieqte y de tiemp~ que son nece– sarias para poder llevar satisfacto– riamente una vida de oración. Cada hermano tiene el derecho y la obli– gación de encontrar una' solución a su situación personal, aún recurrien– do a los SuperiÓres. Cada fraterni– dad debe garantizar el ambiente de silencio y de orden que sea necesa– rio para la oración. Pero todo esto no basta: como lo sugiere Pablo VI (ET 35), hoy se necesitan cic::rtos tielflpos fuertes reservados a la pración, es decir, sin romper el ritmo diario, se introduz– ca un ritmo scn1anal o mensual, ·en el cual los hermanos queden libres por un períod9 de tiempo para d~r-

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