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IIt. ORAR FRANCISCANAMENTE (n. 14-20) LECTURA DEL TEXTO Orar como hermanos menores: reunidos en el nombre de Cristo, pobre y crucificado, sintiéndonos hermanos entre nosotros y herma– nos de todos los pobres. Modelo de tal oración, eco del clamor de los pobres, es MARIA, asociada a lapo– breza y a la pasión de Cristo (n. 14 ss). La oración es un ejercicio con~– tante de conversión y de amor puri– ficante. Quien ora solamente cuando se siente con ganas, no comprende la necesidad de la oración y cierra voluntariamente los oídos a la lla– mada de Dios. Todos los aconteci– mientos de la vida, mirados a la luz de la fe, se prestan para la oración. La oración de Cristo fue constante ejercicio de aceptación de la volun– tad del Padre (n. 16). La oración franciscana es con preponderancia afectiva, de la volun– tad y del amor, en donde se realiza nuestro encuentro con Dios, Sumo Bien; por eso mismo, es una ora– ción de admiración, de alabanza, de acción de gracias por las perfeccio– nes mismas de Dios y por todo el bien difundido en el hombre y en la creación. Tal oración es desinte– resada, supone un corazón puro, es decir, libre de toda forma de egoís– mo, un espíritu íntimamente pobre (n. 17 s). Leer, de los Escritos de San Francisco: 1 R 17, último párrafo; 1 R 21, al principio y 1 R 23; Carta al Capítulo general, primer párrafo; Alabanzas a Dios Altísimo. La oración es respuesta a Dios que habla en la Sagrada Escritura, en la Iglesia, en las señales de los tiempos, en los acontecimientos, en la vida de los hombres, en nuestro corazón. Tenemos una fuente parti– cular de nuestra oración en los es– critos personales de San Francisco, que son una expresión de su modo de orar (n. 19). En los mejores tiempos de la Orden los Capuchinos se distinguie– ron no solamente por la práctica in– tensa de la oración y del espíritu de oración, sino también como pro– motores de oración entre los fieles, especialmente de la oración mental. La historia franciscana manifies– ta la relación directa entre la impor– tancia dada a la oración y el dina– mismo renovador; todas las refor– mas comienzan buscando en la so– iedad y en el retiro un dima apto para intensificar la oración (n. 20). APLICACION A NUESTRA REALI- DAD CONCRETA 1. ¿ Los hermanos que viven en común pero que se encuentran espi– ritualmente distanciados, pued~n unirse en verdadera oración? 2. ¿ Y una oración penitencial, de pobres y de menores, puede dejar de producir frutos de renuncia per– sonal y de comprensión fraterna? 3. ¿ Cómo practica _nuestra fra– ternidad la reflexión bíblica, el colo– quio cristiano sobre los aconteci- 73
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