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princípalmente en la acción litúr– gica. ··· »Conducidos así por el espíritu del Señor y deseando sobre todas las cosas su santa operación, oran– do siempre a Dios con puro corazón, demos a los hombres de hoy testi– monio de oración auténtica, de modo que todos vean y sientan, en nuestro semblante y en la vida de nuestras fraternidades, la bondad de Dios presente en el mundo» (n. 8). No existe oposición entre oración y acción si tanto la una como la otra están inspiradas por un mismo Espíritu. Con otras palabras: el que descuida la oración so pretexto de sus actividades, de hecho no se deja guiar por el Espíritu en sus ac– tividades; el que se da a la oración y no siente necesidad de empeñarse en el bien de los hermanos, de hecho no hace verdadera oración, piensa que escucha al Espíritu del Señor pero se escucha a sí mismo (n. 9). Cuando se da verdadero espíritu de oración, ésta no se fosiliza en formas o en observancias sin vida, sino que las renueva de continuo y da lugar a otras formas nuevas, más conformes con las exigencias de la vida (n. 10). Si la oración ocupa el puesto que se merece en la jerarquía de valores, no tiene ningún sentido la excusa de la falta de tiempo. El hombre de oración encuentra siempre tiempo para la· oración, siendo ésta para él una exigencia vital. Todos los gran– des apóstoles han encontrado, como Jesús, tiempo para la oración, aún sacrificando la noche (n. 11 ). Despreciar las formas de ora– ción con el pretexto de que lo que cuenta es el espíritu, es pretender 72 un absurdo: el espíritu tiene necesi– dad de manifestarse, de encarnarse en formas; formas que son expre– sión de toda la persona, y no simple– mente del espíritu. Por lo tanto, en el ejercicio de la oración, tienen su importancia las palabras, los gestos, el canto, las posiciones del cuerpo, las acciones simbólicas, los ritos. Pero siempre a condición de que sean formas ejecutadas no mecáni– camente y vacías de contenido, sino expresiones vivas del espíritu que las anima. Léase 2 Cel 94-98 (n. 12). APLICACION A NUESTRA REALI- DAD CONCRETA 1. ¿Hasta qué punto estamos hoy preparados para vivir la ora– ción en el sentido bíblico de la acti– tud espiritual del hombre delante de Dios que habla, que se acerca al hombre, que pide la colaboración del hombre? 2. ¿Encontramos fácilmente ex– cusas para descuidar la oración por nuestras actividades, por las exigen– cias del apostolado y de la caridad, por la falta de tiempo? 3. ¿Somos sinceros cuando de– cimos que no encontramos tiempo? ¿Así como no encontramos tiempo para recogernos a orar, tampoco lo encontramos para nuestras visitas de amistad, para los programas de TV, para el cine y para pasatiempos inútiles? PUNTO DE COMPROMISO FRA– TERNO (que debe ser señalado y acep– tado).

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