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180 L. IRIARTE , locales. Cada una de esas tres «leyes» recibirá, en la vers1on evangélica de Francisco, una valoración nueva: «alojar bajo techo ajeno» será la con– dición inherente al tipo de pobreza elegido por la fraternidad, rehuyendo toda instalación en edificios, en compromisos sociales, en instituciones... ; «transHar pacíficamente», como veremos, es llevar el mensaje de paz a todos los hombres y ser «pacíficos» con todos; «anhelar por la patria», es caminar libremente, llevando por toda fianza la pobreza, de cara a la «tierra de los vivos», como viajeros de eternidad. Así lo expresa, en tér– minos vibrantes, el mismo fundador en el capítulo sexto de la Regla definitiva. Para captar el verdadero sentido del destino asignado a los hermanos menores, en las dos Reglas, de ir por el mundo (1 R 14, 1-6; 15, 1; 2 R 3, 10), no debe olvidarse que la página evangélica que descubrió a Fran– cisco su vocación definitiva fue la de la misión de los discípulos, man– dados por Jesús «como corderos entre lobos», sin provisiones de ninguna clase, con el saludo de paz en los labios.. recibiendo alojamiento donde se ofrezca, adaptándose en el comer y en el beber, dispuestos a marchar a otra parte cuando no son recibidos, y todo ello para anunciar la llegada del Reino de Dios (cf. Le 10, 1-11). 7 L¡;¡. peregrinación franciscana en su motivación y en sus metas es muy diferente de la peregrinación devota tradicional y de la peregrinación ascética de los monjes antiguos; podría tener un precedente en la pere– grinación misionera de san Bonifacio y de otros evangelizadores; pero se diferencia, aun de ella, en que el hermano menor no viaja para ir a establecerse en otra parte, sino para seguir siendo viajero y forastero en cualquier lugar del mundo. Para Francisco cualquier tierra es apta para llevar vida penitencial (cf. Test 26). Esta peregrinación-misión la hallamos expresada en las palabras a los seis primeros hermanos, que los Tres Compañeros ponen en boca del fun– dador: «Hermanos cans1mos, mirad nuestra vocac1on. Dios, en su miseri– cordia, nos ha llamado no sólo para nuestra salvación, sino también para la de muchos otros. Vayamos, pues, por el mundo exhortando a todos, con el ejemplo más que con las palabras, a hacer penitencia de sus pecados, y a tener presentes los mandamientos de Dios» (TC 36). 7 Sobre la cuestión de cuál fue el texto evangélico escuchado por Francisco en la Porciúncula y la fecha probable en que ello ocurrió, véase mi artículo Testi del Nuovo Testamento particolarmente cari a san Francesco, en Lauren– tianum 19 (1978) 267-269; trad. esp.: Textos del N.T. preferidos por san Francisco, en Sel Fran n. 25-26 (1980) 143s.
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