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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 179 Con el predominio del modelo benedictino a partir del siglo VIII pre– valece el principio de '1a stabilitas loci: para el monje de Cluny y del Císter el exilio es sólo una actitud espiritual en función del contemptus mundi. Pero, contemporáneamente, adquiere un desarrollo creciente la peregrina– ción de los fieles, que tiene varias metas: Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, San Miguel de Monte Gargano y varios santuarios marianos. Según la motivación que lleva a cada cristiano a emprender la marcha sagrada, existe la peregrinación de devoción, la peregrinación como peni– tencia, incluso sacramentail, y la peregrinación en busca de la indulgencia. 5 SENTIDO DE LA PEREGRINACIÓN FRANCISCANA El cronista premonstratense de Monte Sereno escribía en 1224, como dando la explicación de la novedad del género de vida de los hermanos menores, recién llegados a Magdeburgo: «Dicen que esta Orden reconoce como iniciador a un mercader.» 6 Francisco, por nacimiento, pertenecía a una categoría de viajeros de otro signo, cada vez más numerosa y emprendedora en la sociedad euro– pea; él mismo habría acompañado alguna vez a su padre Pietro Bernardone por la ruta de la mercaduría que, bifurcándose en la Provenza, llegaba hasta Amberes por el norte y hasta Barcelona por el occidente. Por su cultura y sus aficiones, además, se sentía próximo a la tercera clase anda– riega: los trovadores, agentes también ellos de aproximación en la comu– nidad europea. Y había conocido la peregrinación propiamente dicha, esa marcha ince– sante de los romeros por los caminos jalonados de hospicios y de capillas. Más de una vez, sobre todo después de su conversión, se habría juntado en sus viajes a esos grupos bien caracterizados; consta que peregrinó a Roma, a Santiago de Compostela y, probablemente, a Tierra Santa antes de regresar de Egipto. Conocía el ideal que animaba aquel ir y venir, y proponía a sus hermanos, si bien en un sentido diferente, «las leyes de los peregrinos: alojar bajo techo ajeno, transitar pacíficamente, anhelar por la patria» (2 Cel 59). El afán de peregrinar, al igual que el turismo de nuestros días, acer– caba a los ,pueblos, daba apertura cultural, educaba al creyente en la com– prensión y en la convivencia pacífica, ayudaba a relativizar las raigambres 5 J. FoLLIET, La spiritualité de la route. Paris 193'6; R. RousEL, Les pélerinages il travers les siecles. Paris 1954; P.A. SIGAL, Les marcheurs de Dieu. Pélerinages et pélerins au Moyen Age. Paris 1974; J. L. VmLLOT, PeT'egrinatio, en Diz. degli Istituti di Perf. VI, 1424-1434 (bibliografía copiosa); AA.VV ., Pélerinages, en Dict. de Spiritualité, XII, 888-940. • L. LEMMENS, Testimonia minora, Quaracchi 1926, 18.

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