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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 223 Así lo vio pasar Jacobo de Vitry al campamento sarraceno, «intrépido, sin otra defensa que el escudo de la fe, gritando: ¡Soy cristiano, llevadme a vuestro señor! » Era sólo eso: un cristiano. Tanto los centinelas que les echaron mano como el mismo sultán lo primero que quisieron saber fue «si eran portadores de algún mensaje del campo enemgio o si iban con intención de hacerse musulmanes»; ellos respondieron que sí, que eran «portadores de un mensaje de parte del Señor Dios». Cuando Melek-el-Kamel los tuvo delante, quedó prendado de la senci– llez, afabilidad y convicción humilde de aquel hombrecito pobremente vestido, le escuchó con atención durante varios días y, por fin, lo hizo con– ducir con honor, acompañado de una escolta, al campamento cristiano. Al despedirse le dijo: «Ruega por mí, para que Dios se digne mostrarme cuál es la ley y la fe que a Él más le agrada.» 63 El dato fundamental, corroborado por todas las fuentes de dentro y de fuera -de la Orden, es la amistad sincera que se entrabló entre Francisco y el sultán. El gesto profético del Poverello consistió precisamente en ese respeto, que él tenía y enseñaba a los suyos, hacia «el espíritu del Señor y su santa operación» en cada uno. No fue ni a convertirse él ni a con– vertir al soberano; fue sólo a sintonizar espiritualmente con un hombre que, como lo atestiguan aun las fuentes cristianas, era «suave y apacible de condición». Pero logró más de lo que se proponía. La crónica árabe de lbn-al-Zayyat atestigua que Melek-el-Kamel, por influjo de un monje de gran santidad. por nombre Fakr-el-Din Farisi (corrupción palpable de Francesco d'Assisi), experimentó un cambio muy llamativo de sentimientos. 64 Los hechos vienen a confirmar esa noticia. Por entonces, el rey de Jerusalén Juan de Brienne, jefe militar de la cruzada, que no iba de acuerdo con el legado pontificio en la dureza de éste con las ·propuestas del enemigo, fue a negociar con Melek-el-Kamel y lloró de emoción al verse tratado por él con tantas aten– ciones; logró del sultán el envío de treinta mil panes para acallar el ham– bre de los sitiadores y la liberación de todos los prisioneros cristianos, después de haberles provisto de todo. Uno de ellos dirigió al sultán una carta de agradecimiento muy significativa. 65 Ese Juan de Brienne, hermano de aquel Gualterio de Brienne a quien el joven Francisco hubiera querido seguir en sus sueños caballerescos, •• Son los datos fundamentales en que coinciden Jacobo de Vitry, Ernoul y Bernardo el Tesorero, cronistas extraños a la Orden (G. GoLUB0VICH, o.e., I, 6-14). 64 M. R0NCAGLIA, Ponte arabo-musulmana su san Franeeseo in Oriente, en Studi Frane. 55 (1958) 258s. 65 F. DE BEER, o.e., 81-83.

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