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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 177 comportarse... Son ciudadanos de sus respectivas patrias, pero sólo como extranjeros domiciliados ... ; cualquier región extranjera es para ellos su patria y cualquier patria se les hace extranjera... Viven en la carne, pero no según la carne. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo.. . Aman a todos, y todos les persiguen; se les ignora, y se les condena.. . En una palabra: lo que es el alma en el cuerpo, eso mismo son los cris– tianos en el mundo» (FUNK, Patres Apostolici I, 397-401). Cada cristiano, cada familia cristiana, constituía, en el ambiente que la rodeaba, una interpretación muda, pero inquietante, con sólo ser cohe– rente con su fe y con su ideal de rectitud. Existían, ya desde la época apostólica, los consagrados de ambos sexos -vírgenes y ascetas-; pero no necesitaban, para realizar la totalidad de su entrega a Jesucristo y a la comunidad, alejarse de la sociedad ni modificar su inserción en ella. Es cierto que ya en la catequesis apostólica el cristiano recibe la con– signa de situarse, sin contemporizaciones, frente al «siglo presente», que pasa; los escritores de los primeros siglos, en especial Tertuliano, previe– nen insistentemente contra el mundo «enemigo» y queda acuñada desde entonces la expresión ascética contemptus mundi (desprecio del mundo); pero este mundo no es ni el mundo creado ni la sociedad humana, sino el conjunto de actitudes y de máximas que se oponen al designio de Dios y forman el anti-evangelio, todo lo que amenaza enervar la tensión en que la ley del Espíritu pone al bautizado. Ese mundo no sólo está en el am– biente «secular» sino en el interior de cada uno. 3 El cambio se produjo cuando, pasada la época de las persecuciones y desaparecida la contraposición entre comunidad cristiana y sociedad «se– cular», el cristiano se sintió secular él también. E,l cristiano que se sentía impulsado a asegurar la integridad de su compromiso, se alejaba del con– texto social y buscaba en la soledad del desierto, como más tarde en el seguro de la vida cenobítica, la libertad del espíritu y la ascensión hacia el absoluto. Se inicia entonces la ascética de la fuga del mundo. Los Padres occidentales, en especial san Ambrosio y san Agustín, se esforzaron por mantener la línea de la época precedente: «Salir del mundo con el corazón, aunque corporalmente se deba estar presente en él»; pero prevaleció la opción más expeditiva: poner distancia entre el mundo de los hombres y el «siervo de Dios». 4 3 Cf. M. RUIZ JURADO, El concepto de mundo en los tres primeros siglos del cristianismo, Roma 1971. 4 Cf. Z. ALSZEGHY, Fuite du monde, en Dict. de Spiritualité, V, 1587-1604; AA.VV, , La séparation du monde. París 1961; R. GREGOIRE, Saeculi actibus se facere alienum. Le «mépris du monde» dans la litterature monastique latine médiévale, en Rev. Ase. Myst. 41 (1965) 251-291; F. LAZZARI, Le «contemptus mundi» chez saint Bernard, ibid. 291-305; J. LECLERCQ, Mondo, en Diz. degli Is– tituti di Perf., VI, Roma 1980, 53-67.

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