BCCCAP00000000000000000001522

PRESENCIA PÉNITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 215 Es una fe de hondo sentido eclesial: «No quiero fijarme en si son peca– dores, porque yo descubro en ellos al Hijo de Dios, y son mis señores» (Test 6-10, 25s). Formaba a los hermanos en •esa fe que sabe elevarse por encima de las condiciones de la persona. Durante bastante tiempo estuvieron confesán– dose con un sacerdote escandaloso a vista de la gente (1 Cel 46). Era la mejor confutación de la campaña llevada a cabo por los patarenos en el norte y centro de Italia, enseñando que no se deben recibir los sacra– mentos de manos de un ministro indigno. El predicador dominico Esteban de Barbón recoge dos hechos que corroboran esa manera de responder Francisco a la actitud de los afiliados a la secta: besaba públicamente la mano consagrada del sacerdote concubinario. 52 Esto no quiere decir que excluyera a los clérigos y aun a los prelados de sus amonestaciones penitenciales, si bien respetuosas y humildes. Basta leer la Carta a los clérigos y el encargo que hace en la Carta a los cus– todios. «Después de predicar al pueblo, reunía aparte a todos los sacerdotes que estaban presentes, de forma que la gente no oyera. Y les hablaba de la salvación de las almas; sobre todo, les inculcaba máximo cuidado en la limpieza de las iglesias, de los altares y de todo cuanto se relaciona con la celebración de los divinos misterios» (I.;P 18). El sermón que, por deseo de Hugolino, predicó ante el papa Hono– rio 111, los cardenales y los prelados de la curia romana, comenzó siendo una especie de danza juglaresca, pero resultó un fuerte reclamo a la con– versión. Les habló «con franqueza y ardor», hasta el punto de provocar una fuerte emoción y «lágrimas de arrepentimiento y sincero dolor» (1 Cel 73; 2 Cel 25). Según una versión, recogida por el citado Esteban de Borbón, el Santo habría tomado como tema un texto que le salió acaso en el sal– terio; Mi rostro está cubierto de vergüenza (Sal 43, 16), haciendo de él una aplicación audaz: «Habló detenidamente del orgullo y de los malos ejemplos de los prelados, causa principal de la vergüenza que cubre la faz de la Iglesia. Dijo que ellos eran el rostro de la Iglesia y que, por eso, en ellos debía resplandecer toda la belleza de la misma... Pero, por el contrario, la faz de la Iglesia se hallaba cubierta de confusión por causa de sus malos ejemplos. Cuanto más u.ria parte del cuerpo es visible, eminente, bella y 52 L. LEMMENS, Testimonia minora, 93s.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz