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212 L. IRIARTE « ¡Ay de aquellos que poseen depósitos llenos de vino y de grano, y dos o tres pares de vestidos, mientras que los pobres de Cristo claman a las puertas con el estómago vacío o con su cuerpo desnudo; a quienes, si algo se les da, es muy poca cosa y no de lo mejor, sino de lo peor! Vendrá, vendrá la hora en que clamarán ellos de pie, fuera de las puertas: ¡Señor, Señor, ábrenos!, y oirán lo que no quisieran oír: ¡En verdad, en verdad, os desconozco!» Asienta el principio cristiano de que los bienes que al rico no le son necesarios para las exigencias fundamentales de la vida, pertenecen al pobre que se halla en necesidad. 48 Sin embargo, san Antonio no fue un demagogo ni un predicador tre– mendista; Tomás de Celano, escribiendo la Vida I de san Francisco al tiempo que el predicador portugués enardecía las poblaciones de Emilia y Romagna, dice de él que, además del don infuso de las sagradas Escri– turas, poseía el de «predicar a Cristo al mundo entero con palabras más dulces que la miel» (1 Cel 48). Más tarde la leyenda le atribuiría gestos espectaculares, como el sermón fúnebre a la muerte de un acaudalado, conocido por su avaricia: en un momento, glosando el texto de Mt 6, 21: «Donde está tu tesoro allí está tu corazón», habría hecho comprobar, examinando el cadáver, que el corazón de aquel avaro no estaba en su · sitio, sino en el arca de caudales. Eso sí, por algunas alusiones disemi– nadas en sus sermones, se ve que tuvo que soportar la reacción de quienes se consideraban desenmascarados por el realismo con que denunciaba los abusos, y hasta parece que llegó a verse acusado ante las autoridades. 49 La veneración de que era objeto y la enorme popularidad de que gozaba le ponían a .cubierto de toda acción en su contra. Depredaciones y bandidaje. - Las poblaciones estaban expuestas en la Edad Media a varias suertes de pillaje: el de los señores que, al amparo de sus castillos, irrumpían en los dominios ajenos; el de las ciudades rivales que mutuamente se hostilizaban devastando la campiña y sem– brando la miseria en los trabajadores de la tierra; finalmente, el de los bandoleros que asaltaban a los caminantes en los pasos de montaña. Hay un episodio cuyo sentido es preciso captar con especial discerni– miento crítico: la predicción de Francisco a la nobleza de Perusa, que aún detentaba el poder político. Las tres fuentes que lo refieren -Leyenda de 48 Textos entresacados de los sermones de san Antonio por ·PILAR DE CUADRA, Un puente sobre siete siglos. San Antonio hoy, Madrid 1967, 23-37. Es el libro que mejor ha sabido situar al Santo en su época, poniendo de relieve el conte– nido eminentemente social de su predicación. 49 p. DE CUADRA, o.e., 180s.

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