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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 211 campaña -en Padua y su comarca, afirma: «Restablecía la paz fraterna entre los enemistados, lograba la liberación de los encarcelados, hacía restituir lo adquirido mediante la usura y los saqueos violentos... , retraía a los ladrones, conocidos por sus fechorías, del afán de hacerse con lo aJeno ... » 47 En sus sermones, a través de la intrincación de citas bíblicas y patrís– ticas, de la erudición con que acumula imágenes tomadas de la historia natural, podemos entrever vehementes invectivas proféticas contra la pre– potencia, la opresión y la violencia en todas sus formas. Nadie se libra de la libertad evangélica con que denuncia los abusos y las lacras sociales: príncipes, señores feudales, prelados de la Iglesia, amos burgueses, usu– reros sin entrañas, todos son emplazados ante Dios justo y recto, que «no hace acepción de personas», como él repite. Proclamando la igualdad entre los hombres llega a decir: «Reyes son los fieles todos, miembros del Rey sumo... Príncipe es cualquier hombre, y debe constituirse príncipe de sí mismo, cuyo palacio sea su propia con– ciencia». Clama contra los nobles, que «despojan a los pobres de sus bienes insignificantes y necesarios, a título de que son sus vasallos». Y contra los prelados y grandes del mundo, que, «después de hacer esperar a los necesitados a la puerta de sus mansiones, suplicando una limosna, una vez que ellos se han saciado bien, mandan darles algunos residuos de su mesa y las lavazas de la cocina». Es particularmente duro con los ricos avaros y con los usureros, «aves de rapiña», «las siete plagas de Egipto», «reptiles emboscados», «árboles infructuosos, que chupan la tierra», «posesión del demonio», «sordos que tienen obturados los oídos por el dinero», «gente maldita, que infesta la tierra», «raza de hombres que por dientes poseen armas; roban y despojan a los pobres indefensos, que no pueden resistirles con la violencia». Se enfrenta asimismo con los legistas y abogados, «idumeos, sangui– juelas, que chupan la sangre de los pobres»; «como los que trabajan el lino, cardan y tejen sutilezas y argucias», en que envuelven a sus clientes. No disimula los vicios de los pobres; pero trata de excusarlos. Denuncia la marginación en que se los tiene, «alejados por vallados provistos de palos afilados y de espinas, que significan las punzadas, los dolores y las enfermedades que han de soportar». Y alza su voz de profeta: 47 Legenda assidua, cap. 13; ed. G. ABATE, La vita prima di S. Antonio, Pa– dova 1968, 36-38.
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