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210 L. IRIARTE manto al labriego; éste, conmovido por tanta bondad, cambió de actitud y perdonó generosamente (2 Cel 89). Un caso similar, cuya noticia debemos a una fuente no del todo segura, le sucedió a Francisco con un converso de cierto monasterio donde pidió hospitalidad. Lo halló enfermo y desnudo, maldiciendo r-encorosamente contra los monjes que lo tenían totalmente abandonado. El Santo se le acercó con amor y trató de calmarlo con buenas palabras; finalmente le cortó y confeccionó un vestido con la tela teñida que le había regalado cierta señora para una casulla. 45 El hecho debió de traerle a la memoria el modo como él mismo había sido tratado en otro monasterio, o quizá en el mismo, cuando llegó medio desnudo, después de la renuncia ante su padre y el obispo: fue utilizado cuatro días como mozo de cocina y no se le dio ni siquiera una escudilla de caldo para matar ·el hambre ni un vestido con que cubrirse (1 Cel 16). Lejos de mantener resentimiento, Francisco, ya fundador, aceptaría gustoso la hospitalidad que le ofrecía la abadía. 46 Solícito en desterrar el odio del corazón de los oprimidos, no lo eri:,. menos en estigmatizar, en su predicación, el egoísmo de los opresores. Baste como muestra el apólogo que presenta, al final de la carta a los fieles, del pecador impenitente. No ha escogido el ejemplo del blasfemo o del lujurioso, sino el de uno que se ha enriquecido «a fuerza de fraudes y malas artes con que ha explotado a la gente» (2CtaF 72-85). El mensaje penitencial del Poverello era eminentemente social; podemos imaginar el efecto que produciría la viveza de la descripción de la muerte de uno de aquellos malos cristianos cuyas arbitrariedades estaban soportando muchos de los que componían el auditorio. Diríase que, después de la muerte y la glorificación de Francisco, las víctimas de la violencia siguieron viendo en él un amparador. Son numerosos los milagros, obtenidos por su intercesión, consistentes en liberar de la cárcel, de la tortura y de la agresión a pobres injustamente inculpados (3 Cel 88-94; LM 5, 1-5). Entre los predicadores formados en la escuela de Francisco ninguno llegó tan al fondo del alma popular como san Antonio. La biografía escrita con ocasión de su canonización (1232), al describir el enorme éxito de su 45 La noticia viene de un tal Esteban, a través de Tomás de Pavía, en un códice dado a conocer por L. ÜLIGER: Arch. Franc. Hist. 5 (1919) 382s. •• La abadía es identificada con la de San Verecundo, cerca de Gubbio; consta que en ella fue acogido varias veces muy atentamente; en sus cercanías se habría tenido un capítulo de 300 hermanos en los comienzos de la frater-. nidad, proveyendo el abad de cuanto era necesario. Cf. Passio S. Verecundi, en L. LEMMENS, Testimonia minora, Quaracchi 1926, 10s.
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