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PIUfSENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 209 dará al olvido. Y, cuando llegue el día de la muerte, todo lo que creían tener les será quitado. Y cuanto más sabios y poderosos hayan sido en este mundo, tanto mayores tormentos padecerán en el infierno. Por lo tanto os recomiendo, señores míos, que... hagáis penitencia verdadera.» Finalmente les pide, so pena de tener que dar cuenta ante el Señor Jesucristo en el día del juicio, que todas las tardes hagan invitar al pueblo a ellos confiado a «tributar alabanzas y acciones de gracias a Dios» (CtaA 1-8). No sólo hubiera querido ver a todos los poderosos convertidos, justos y misericordiosos, entonando las alabanzas y las acciones de gracias al Omnipotente a la cabeza de sus pueblos, sino promotores del respeto y del amor a las criaturas inferiores; sería la manera más apropiada de celebrar la Navidad, «la fiesta de las fiestas»: «Si tuviera ocasión de hablar con el emperador, le suplicaría que, por amor de Dios y a instancia mía, emanara un edicto prohibiendo que nadie cace las hermanas alondras ni les haga daño; y, además, que todos los podesta de las ciudades y los señores de los castillos y de las aldeas estén obligados cada año, el día del Nacimiento del Señor, a hacer que la gente esparza trigo y otros granos por los caminos para que, ien día tan solemne, tengan de comer los pájaros, y sobre todo las alondras... Y también que, en dicha fiesta, sean bien provistos los pobres de alimento por parte de los pudientes» (LP 110). Explotación del débil. - Las fuentes biográficas nos hablan de la com– pasión de Francisco por los pobres ya antes de su conversión. No igno– raba que, con frecuencia, eran víctima del egoísmo y de la explotación de los dueños de la tierra o de los amos que los tenían a su servicio. Ya entonces existían rencores mal reprimidos a causa de las injusticias que cada día tenían que soportar los indefensos en una sociedad donde el dere– cho estaba formulado en apoyo de las clases privilegiadas. Francisco com– partía sus sufrimientos; pero no pensaba, corno solución, en exacerbar el odio o atizar la revancha. Es significativo el caso sucedido en Collestrada, no lejos de Perusa. El Santo encontró un aldeano conocido suyo y le preguntó: «¿Cómo te va, hermano?» A lo que respondió él con ira mal contenida: « ¡Muy mal., por culpa de mi amo, que Dios maldiga!» Francisco sintió al vivo tal situación y, más aún, la disposición de odio concentrado del labriego; y le dijo: «Hermano, perdona por amor de Dios a tu amo: salvarás tu alma y puede ser que te devuelva lo que te ha quitado.» El pobre hombre se resistía a perdonar si primero no se le hacía justicia. No sabiendo cómo ponerlo en la vía del perdón cristiano, apeló a un gesto de amor: dio su

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