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208 L. IRIARTE la imagen que se ha formado de las autoridades comunales, responsables de esa sociedad que él conoce bien. Para todos tiene su mensaje penitencial apropiado. En los comienzos de la vida evangélica, en el tugurio de Rivo Torto, pasó por las inmedia– ciones el emperador Otón IV camino de Roma para recibir la corona im– perial, con su vistosa comitiva de prelados, próceres y caballeros. Francisco -escribe Celano- «siguió encerrado en el tugurio y no permitió a sus compañeros salir a ver el espectáculo, excepto a uno que debía anunciarle valerosamente que aquella gloria le iba a durar poco». 43 Prescindiendo de la intencionalidad ascética del relato y de la interpretación del mensaje como predicción profética, cabe ver en éste un gesto similar al de la par– ticipación del mismo Santo, años más tarde, en los festejos del castillo de Montefeltro, que queda referida. Francisco enumera entre los miembros del pueblo de Dios a los «reyes y príncipes», pero mezclados con los «pobres y necesitados, artesano~ y agricultores», todos igualmente destinatarios del mensaje penitencial de los hermanos menores (1 R 23, 7). La misión de éstos es «anunciar la peni– tencia con valentía y sencillez» a todos, «reyes, príncipes y pueblo» (TC 36). Sabe que su fraternidad está abierta aun a los nobles y príncipes, y da como hipotético que un día entren en ella «el rey de Francia y el rey de Inglaterra»; pero no está en eso la verdadera alegría. 44 En su mirada de creyente, no hay categoría social ni política que se sustraiga a las exigencias. de la fe profesada y al reclamo a la conversión. En la Carta a los fieles no vacila en recordar a magistrados y jueces el deber de «ejercitar la justicia con misericordia, al modo que ellos quieren obtener misericordia de parte del Señor» (2CtaF 28s). Con audacia y libertad de espíritu se dirige por escrito a todas las autoridades munici– pales: «los podesta y cónsules, jueces y regidores». Con profunda humildad les desea «salud y paz»; luego les amonesta: «Mirad y reflexionad que se aproxima el día de la muerte. Os ruego, por lo tanto, con toda la reverencia que puedo, que... no os olvidéis del Señor ni os apartéis de sus mandamientos, porque todos aquellos que se olvidan de él y se apartan de sus mandamientos son malditos y él los 43 1 Cel 43. Otón IV fue coronado por Inocencia III el 4 de octubre de 1209, un año más tarde era destituido por el mismo papa. Sobre el paso del empe– rador por el valle de Spoleto véase R. BROWN, Saint Francis of Assisi, Chicago 1965, 377-382. 44 Dictado de Francisco sobre la verdadera alegría, 5. En el relato evolucio– nado de las Florecillas no aparece la hipótesis de la entrada en la Orden de los prelados y de los reyes.
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