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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 207 Las fuentes franciscanas presentan la intervención de Francisco en demostración de su espíritu de profecía por haber predicho lo que iba a suceder; en realidad cabe interpretarla como un testimonio de desaproba– ción, preludio del gesto, eminentemente profético, de su visita al sultán, de que luego hablaremos. Un cronista contemporáneo de la cruzada atri– buye la partida del Santo al profundo disgusto que experimentó viendo el comportamiento de los cristianos en el saqueo de la ciudad conquis– tada.40 La denuncia franciscana de la guerra contra el infiel como vergüenza del nombre cristiano tendría más tarde, al tiempo de las cruzadas de san Luis, un paladín eminente en Rogerio Bacon, que propuso, en la línea de la Regla no bulada de san Francisco, la penetración pacífica entre los sarra– cenos, comenzando por conocer su lengua. 41 Abuso de poder. - Poco sabemos de la actitud de Francisco ante los poderes públicos. Sin duda sería la misma que la que él quiere que obser– ven sus hermanos, que van entre los infieles, con las estructuras políticas y sociales que encuentren: «Estar sometidos a toda humana institución por Dios», como se pide a todo cristiano en la primera carta .de Pedro (1 Pt 2, 13). 42 Su imagen del emperador es la que, en su adolescencia, le dejaron dibujada en la mente los cantares de gesta, una imagen mitizada y lejana (cf. LP 43 y 72). Algo semejante es la de los reyes y príncipes. Por eso halla muy normal que Pacífico, el rey de los versos, al convertirse, llame a Dios «el gran Emperador» (2 Cel 106) y él mismo le da repetidas veces el nombre bíblico de «Rey de cielo y tierra». Más próxima y realista es "' L'histoire de Éracles empereur et la conqueste de la terre d'outremer, en G. GoLUBOVICH, o.e., I, 14. Un relato del siglo xrv, atribuido a Iluminado, com– pañero del Santo en la visita al sultán, pone en boca de Francisco una justifi– cación de la cruzada, respondiendo a la queja del soberano por la invasión armada de los cristianos contra lo que enseña el Evangelio (/bid. 36s). No es creíble; más bien cabe suponer que, tal vez, fue la conformidad en el modo de ver aquella lucha entre creyentes lo que creó la amistad entre el Santo y el sultán. Pero no hemos de caer en la candidez histórica de G. Basetti-Sani, que presenta a Francisco empeñado en persuadir a Honorio III, en 1216, de que anulara la cruzada proclamada por su predecesor y, luego, haciendo de media– dor para que los jefes de la cruzada aceptaran las condiciones de paz ofrecidas por el sultán ,(Actitud profética de Francisco de Asís, en Sel Fran n. 16 (1977) 100s). 41 Opus maius, Pars III, 13; ed. J.H. BRIDGES, III, London 1900, 121-123. 42 1 R 16, 6. Francisco cita el texto según la Vulgata: «Subditi omni huma– nae creaturae propter Deum»; pero parece darle el sentido verdadero que hoy le dan los exegetas.
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