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,PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 205 al seguimiento de} Crucificado, herencia que El ha dejado a los suyos (l R 16, 10-21; 2 R 10, lls); pero no deben ver un enemigo en ningún perseguidor u opresor: «Son amigos nuestros todos aquellos que nos causan injustamente tribulaciones y sinsabores, humillaciones e injurias, dolores y tormentos, martirio y muerte Mucho debemos amarlos, porque, por las cosas que de parte de ellos soportamos, alcanzamos la vida eterna» (1 R 22, 3s). Francisco sabe que no siempre está en manos del discípulo de Cristo amar a los enemigos; pero, al menos, todos han de «abstenerse de hacerles mal y esforzarse por hacerles bien» (2CtaF 26s; ParPN 8). De aquí, su apostoládo del perdón recíproco cada vez que hallaba odios y enemistades, porque sabía que sólo mediante la reconciliación de las partes se llega a la paz sincera. Así lo hizo en la ciudad de Arezzo por el año 1217 (LP 81), en Siena hacia el 1221 (Flor 11) y en Bolonia el 15 de agosto de 1222. 36 Pero el éxito más significativo de la táctica del perdón fue el obtenido en 1225 al poner en paz a las autoridades política y reli– giosa de Asís, el podesta y el obispo, haciéndoles oír el Cántico de las crea– turas con la estrofa añadida intencionadamente (LP 44). También la paz en los hogares desunidos sabía devolverla por la misma vía de la reconciliación entre los cónyuges, -sin pararse a averiguar cuál de los dos estaba en su derecho. Así lo hizo por el año 1213 en Lisciano cuando una dama noble lo detuvo para lamentarse de su marido (LP 27; 2 Cel 38). Un apostolado semejante de concordia familiar se refiere de santa Clara en su proceso de canonización. 37 La violencia armada. - No sería aventurado suponer, entre los factores humanos que pudieron preparar el ánimo del joven Francisco a la conver– sión, el efecto penoso de las luchas comunales con el final humillante de la derrota y la prisión. Ciñó nuevamente la espada para redimirse, tal vez, de aquel baldón acometiendo empresas más altas; soñaba con armas de todas clases: «arneses, escudos, lanzas y otros arreos bélicos» (1 Cel 5). Pero la primera experiencia de campamento y la voz escuchada en aquel sueño le hicieron renunciar a una gloria cuyo precio hubiera sidQ la sangre de enemigos desconocidos. Y ya plenamente convertido en heraldo del evangelio de la paz, no podría aceptar el recurso a las armas como solución de los conflictos entre los hombres. Si se decidió en 1217 a intervenir para poner en paz a 3• Relato del testigo presencial TOMÁS DE SPALATO, Historia Pontificum Salo– nitanorum et Spalatensium, en Man. Ger. Hist., XXIX, 580. 37 Proceso 16, 4.

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