BCCCAP00000000000000000001522

202 L. IRIARTE Así dio comienzo la amistad de Francisco con el conde Orlando, que le hizo donación del monte Alvernia. 33 Otro episodio significativo es el que ocurno en Rieti, cuando Fran– cisco se hallaba allí para la cura de su dolencia de los ojos. Sufría mucho; cierto día dijo a uno de los hermanos, «que en el mundo había aprendido a tocar la cítara: Hermano, los hijos de este siglo no son sensibles a las cosas divinas; se sirven de los instrumentos musicales para la vanidad y el pecado, contra la finalidad que Dios les ha dado, que es la alabanza de Dios y el solaz del espíritu». Y le rogó que se procurase ocultamente una cítara y, tañéndola, le aliviase el dolor físico, «transformándolo er,. gozo y consolación del espíritu». Pero el buen hermano temió escandalizar a la gente, si le veían con aquel instrumento en 1a mano como en sus años alegres. El Santo renunció a su deseo por eso del qué dirán. Pero durante la noche el Señor lo con– soló haciéndole oír arpegios suavísimos y dejándolo consolado (LP 24; 2 Cel 126). Otro favor semejante recibió en el monte Alvernia, al escuchar un solo compás de la viola tocada por un ángel (Consid. 11). 4. Frente al afán y el poder del dinero Si el saber origina fácilmente espíritu de clase, el poseer y el poder crean, no sólo la desigualdad, sino esas que hoy llamamos «estructuras de pecado»: opresiones, explotaciones, abuso de fuerza, en que se impone la ley del más fuerte o del más violento. Comencemos por ver la actitud profética de Francisco ante el dinero, la nueva potencia que iría pesando cada vez más, tanto en la realidad social como en las aspiraciones individuales. Ya antes de su conversión, en contraste con el afán de lucro de su padre, el joven Francisco, lejos de dar al dinero un valor absoluto, lo apreciaba sólo en función del goce inmediato de la vida: «Era muy rico, pero no avaro, sino pródigo, disipador, munificentí– simo por vanagloria... » (1 Cel 2). «Comenzó a ejercer la profesión de su padre, el comercio de telas, pero con estilo completamente diferente... Le gustaba gozar de la vida... ; gastaba en festines y diversiones todo el dinero que ganaba o que podía conseguir» (TC 2). Y una vez adentrado en el proceso de conversión, esa función de la moneda tomó otro signo. En la peregrinación hecha a Roma, viendo la taca- 33 Debió de suceder por el año 1214. El hecho se halla referido en la Consi– deración I sobre las Llagas.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz