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1% L. ffiIARTE dos y demás miserables, que viven de la mendicidad, sin contar los leprosos relegados en los lazaretos. 29 El joven Francisco había vivido desde dentro, con apasionado idealis– mo, el momento dramático del enfrentamiento victorioso de los homines populi, a cuyo número pertenecía Pietro Bernardone, contra los boni homi– nes, en 1198, y la revancha de éstos, en 1203, con el apoyo de Perusa, cuando él cayó prisionero. Por una paradoja singular, recobrada la libertad se alistó en la expedición a Apulia con la esperanza de «ser armado caba– llero» (l Cel 4; TC 5), es decir, de ascender en el rango social pasando a la clase de los milites o nobles. La irrupción de la gracia divina le hace tomar, con la opción peniten– cial y el encuentro con el Cristo pobre y crucificado, la postura de quien «ha salido del mundo». Desde entonces tendrá la valentía de llamar mundo, es decir, anti-evangelio, todo cuanto lleva a 'los hombres a «estar sobre los demás» (2CtaF 47), bien sea por el linaje bien por la riqueza bien por el saber. Frente a esa realidad, tan opuesta a la igualdad proclamada por Jesús, Francisco no reacciona rechazando la sociedad ni reclamando cambio alguno; opta sencillamente por la condición de los que ocupan el lugar ínfimo en la escala social y ofrece un hecho: la fraternidad evangélica, abierta a toda categoría social, a diferencia de las hermandades de los movimientos precedentes, integradas exclusivamente por plebeyos del mundo artesanal, generalmente laicos. Eso sí, inculca a los hermanos la nivelación total al interno del grupo, habiendo «dejado el mundo». Es bien conocido el texto de Tomás de Celano: «Todo su empeño era mantener entre los hijos el vínculo de la unidad, de modo que vivieran concordes en el regazo de la misma madre quienes habían venido atraídos por un mismo espíritu y habían sido engendrados por el mismo padre. Quetja ver unidos a mayores y menores, hermanados en el mismo afecto a sabios e indoctos ... a pobres y ricos. "Ante Dios -decía- no hay acepción de pevsonas, y el Espíritu Santo, ministro general de la Religión, reposa igualmente sobre el pobre y el iletrado." Hubiera querido inserir esto en la Regla, pero no pudo hacerlo porque ésta había sido ya confirmada con bula» (2 Cel 191 y 193). Siguiendo el ejemplo de Jesús, no hizo una opción de clase, sino de condición. Bien hallado «entre la gente de baja condición y despreciada» (1 R 9, 2), supo relacionarse, con su nativa cortesía, con exponentes de 2 • Por lo que hace a Asís y su comarca, véase D. WALEY, Le istituzio.ni comu– nali di Assisi nel passaggio dal XII al XIII secolo, en Assisi al tempo di san Fran– cesco, Assisi 1978, 53-70; A. BARTOLI LANGELI, La realta sociale assisana e il patto del 1210, ibid., 271-336.
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