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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 195 de los textos esgrimidos por los predicantes valdenses y también por los mismos dominicos para fundamentar la denuncia pública de los vicios. El Santo responde: «Yo entiendo así esa frase: El siervo de Dios debe poseer tal fervor de vida y de santidad, que esta misma luz de su ejemplo y el mensaje de su conducta sirva de reprensión a todos los malvados. De esa forma, repito, el resplandor de su vida y el buen olor de su fama pondrán de manifiesto a cada uno sus iniquidades» (2 Cel 103). Con ese método del vivir sinceramente evangélico, sin enfrentamientos ni polémicas, Francisco logró aproximar los varios sectores sociales y ecle– siales: aristocracia y burguesía, señores y siervos, clero y pueblo, liturgia monástica y liturgia popular, y despertar un nuevo sentido ecuménico y universal más allá del bloque cerrado de la Christianitas. l. Frente a las desigualdades sociales La sociedad europea, que se fue estructurando desde el asentamiento de los pueblos germánicos y, sobre todo, desde el fraccionamiento que siguió al período carolingio, estaba fundada en la relación escalonada de señores y vasallos feudales, que había creado la estructura económica del beneficium, pasado también a la contextura jerárquica y pastoral de la Iglesia. Esa pirámide feudal se sustentaba sobre la clase productiva de los plebeyos libres y de los siervos de la gleba. Se nacía noble o plebeyo o siervo. Juristas y teólogos hallaban totalmente normal semejante situa– ción, no sólo en la sociedad civil, sino aun en los grados de la jerarquía, reservados a la nobleza, y en las comunidades monásticas. Desde mediados del siglo XII se abre paso, cada vez con mayor pujanza, 'la clase de los artesanos y de los comerciantes, que se va imponiendo por su creatividad y se hace fuerte en la nueva economía del dinero. Esta clase se constituye progresivamente en fuerza política y da origen al municipio, presentando la alternativa a la nobleza dominante. Pero la nueva sociedad comunal, fruto generalmente de un pacto más o menos logrado, como en Asís, entre los maiores y los minores, no suprime las desigualdades socia– les; ahora aparece ,Ja discriminación entre los cives, nobles o burgueses, libres de todo hominitium o sujeción a un señor, con voz y voto en las decisiones comunales, y los villani, cultivadores de la tierra, sin categoría social. La clase ínfima de los siervos va desapareciendo rápidamente, por obra de las emancipaciones colectivas acordadas por los municipios; pero pasan a engrosar la masa de trabajadores a merced y de pordioseros, tulli-

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