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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 193 la alabanza de Dios, celebrado como «Padre», como «Esposo», como «Her– mano», y a 1la suavidad con que luego ponía al vivo, con ejemplos realistas, la dicha de los que viven en penitencia, cumpliendo la voluntad de ese Dios de amor, y la suerte desdichada de los que mueren impenitentes, como aparece en la lauda del capítulo 21 de la Regla no bulada y en la Carta a los fieles. Así es como Francisco, según la ya citada frase de Juan Pablo II, «escri– bió el Evangelio de Cristo en el corazón de sus contemporáneos». Fue como un redescubrimiento, una lectura inmediata del mensaje evangélico, cribándolo en cierto modo de tantos aditamentos culturales, morales y ascéticos, adheridos a lo largo de doce siglos, y ofreciéndolo «sin glosa» a su generación. Así es como «acercó a Cristo a la Iglesia y a:l mundo de su época».~ «Nuevo evangelista de nuestro tiempo -lo llamó ya el primer bió– grafo-, que, semejante a un río del paraíso, regó el mundo entero con el raudal del Evangelio y, con sus obras, enseñó el camino del Hijo de Dios y la doctrina de la verdad. En él y por él, el mundo se sintió inespe– radamente alegrado con una nueva juventud, fue como el retoñar del germen de la antigua religión... » (1 Cel 89). 25 Postura de Francisco frente al anti-evangelio Lo que más llama la atención en el proceso de la conversión de Fran– cisco y én su conciencia posterior de fundador es lo que podríamos llamar su sentido de autonomía, un colocarse deliberadamente al margen de todo encuadre preexistente para caminar evangélicamente libre bajo el impulso del «espíritu del Señor». Al ser citado por los cónsules para responder a la querella de su padre, alega que «ya se ha .liberado por la gracia de Dios y se ha entregado al servicio del Altísimo» (TC 19). Como «penitente», se considera «de foro Ecclesiae»; pero, contra lo que ocurría con los demás penitentes, que se agrupaban, con unas normas de vida, bajo la dirección de un padre espiritual, él permanece solo, sin guía ni maestro, y sigue dejándose conducir únicamente por la acción divina después del descubri– miento de la vocación evangélica y del nacimiento de la fraternidad. Hombre del Evangelio, sintiéndose llamado como el que más a reproducir la vida de Cristo y de los apóstoles, se mantiene también al margen de 24 JUAN PABLO II, Discurso en Asís el 5-XI-78, en Sel Fran n. 22 (1979) 3s; y radiomensaje del 2-X-81, ibid., n. 31 (1982) 5. 25 Además de la ya citada obra de N.G. Van Doornik, véase: T. MATURA, Francisco de Asís, una réplica en nombre del Evangelio, en Sel Fran n. 1 (1972) 15-25; C. DELCORNO, Origini della predicazione francescana, en Francesco d'Assisi e francescanesimo dal 1216 al 1226, Assisi 1977, 125-160.

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