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192 L. IRIARTE hombre un enemigo suyo, por distante que lo viera en mentalidad y en conducta. 23 Sirvan estos presupuestos para mejor entender la misión de penitencia y de paz c!lel Poverello, tal como nos la presentan las fuentes. Tomás de Celano refiere cómo, inmediatamente después de haber escuchado elevan– gelio de :la misión, «comenzó a predicar la penitencia con gran fervor y júbilo, edificando a todos con la sencillez de su palabra y la magnanimidad de su corazón; su palabra era como fuego ardiente, que penetraba en lo íntimo de los corazones y llenaba a todos de admiración; se le veía total– mente diferente de como era antes... » (1 Cel 23). Y más tarde, cuando hubo recibido la aprobación oral de la Regla y la misión pontificia para predicar la penitencia: «Pasaba por ciudades y aldeas anunciando el Reino de los cielos, la paz, el camino de la salvación, la penitencia para el perdón de los pecados, no con artificios de sabiduría humana, sino con la doctrina y la potencia del Espíritu (d. 1 Cor 2, 4). »Seguro con la autorización de la Sede apostólica, se movía libre y confiadamente. Dejaba de lado toda forma de adulación; no trataba de halagar los vicios, sino que los denunciaba con dureza, no disimulaba la vida de los pecadores, sino que la reprendía ásperamente, desde el mo– mento que había puesto en práctica primero lo que inculcaba a los demás. Sin temor de ser tachado de incoherente, proponía la verdad con fran– queza... »Hombres y mujeres, clérigos y religiosos, corrían a porfía para ver y oír al santo de Dios, que aparecía a todos como un hombre del otro mundo. Gentes de toda edad y sexo acudían a admirar las maravillas que el Señor obraba de nuevo en el mundo por medio de su siervo. La pre– sencia y la fama de san Francisco era como una nueva luz enviada del cielo para ahuyentar las espesas tinieblas que habían invadido la tierra... » (1 Cel 36). Quitemos a la retórica del biógrafo oficial ciertos matices que des– cubren al predicador moralizante, que es él, y retengamos lo que consti– tuía el secreto de los efectos de renovación cristiana que producía la predicación del Poverello: no era la «dureza» con que fustigaba los vicios, sino el ardor con que elevaba a los oyentes a la admiración gozosa y a :u Cuando Hugolino quiso disuadir a Francisco de su vtaJe a Francia, en 1217, le puso delante «los numerosos prelados y otros personajes de la curia romana, deseosos de perjudicar a la Orden» (LP 82). Pero aun ésos no deben considerarse como enemigos de la persona del fundador, sino más bien de su institución por el vuelo mismo que iba tomando.

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