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190 L. IRIARTE tinieblas y en sombras de muerte y dirigir sus pasos por el camino de la paz (Jn 1, 8s; Le 1, 78s). Así ha sido su vida: la verdadera luz de mediodía, que venía de lo alto, iluminaba su corazón y encendía su volun– tad con el fuego de su amor. Inflamado así, predicaba el Reino de Dios y hacía volver el corazón de los padres hacia los hijos y preparó en todo el mundo un pueblo nuevo para el Señor (Sir 48, 10; Le 1, 17). Su nombre se divulgó hasta las islas lejanas y el mundo entero ha mirado con estupor sus obras admirables» (Sir 47, 16s). Tomás de Celano parece haber tenido delante este párrafo al escribir: «Nadie se extrañe de que este profeta de nuestro tiempo se distin– guiera por dones singulares, puesto que su mente, liberada de la oscuri– dad de las cosas terrenas y no sujeto ya a las ,seducciones de la carne, se levantaba libre a las alturas y se sumergía puro en la luz. Envestido de esa manera por el resplandor de la luz eterna, extraía de la Palabra increada lo que sonaba en sus palabras» (2 Cel 54). Pero es san Buenaventura quien delinea, asimismo con evocaciones bíblicas y desde su perspectiva peculiar, la alta misión profética del Pove– rello.18 Conviene advertir, con todo, que, cuando las fuentes biográficas hablan del carisma profético del Santo, se refieren más bien al don de penetrar en los secretos de los corazones y de predecir el futuro. Es la acepción de los capítulos que llevan por título El espíritu de profecía (1 Cel, cap. 11; 2 Cel, P II, cap. 1-24; LM cap. 11). Como lo ha hecho resaltar Van Doornik, 19 en algún sentido puede decirse que la vida entera de Francisco, a partir de su conversión, se des– envuelve y se expresa en clave profética. Para ello le bastó con ser sincera– mente cristiano: «el único cristiano perfecto después de Jesús -escribe Ernesto Renan con su énfasis habitual-; su verdadera originalidad está en haber tenido la audacia de serlo, impulsado por una fe y un amor sin límites». 20 En todo cristiano «Cristo cumple su misión profética... , constitu– yéndolo en testigo suyo y comunicándole el sentido de la fe y la gracia de la palabra». 21 1• Me remito a L. PELLEGRINI, Il ruolo «profetico» di Francesco d'Assisi. Ana– lisi sincronica del prologo della «Legenda Maior», en Laurentianum 26 (1985) 361- 395. 19 N.G. VAN DooRNIK, Francisco de Asís, profeta de nuestro tiempo. Santiago de Chile, CEFEPAL [1978]. 20 Fran{:ois d'Assise. En Nouvelles études religieuses, Paris 1884, 335. 21 Conc. Vaticano II, LG 35.

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