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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 189 para sustituir el hábito con otros vestidos adecuados y para cultivar el cabello y la barba según el uso del país. 16 He insinuado la integración eclesial y social tal como se realizaba en el primer decenio de la fraternidad mediante la participación en las cele– braciones con el pueblo y con el clero local, si bien la recitación comuni– taria se fue haciendo normal muy pronto, especialmente en los eremitorios. Todavía en los comienzos de la expansión en Inglaterra los hermanos me– nores hallaban muy normal el unirse a la comunidad parroquial del lugar «para oír misa y celebrar los oficios divinos».17 Un caso singular de compenetración entre el grupo de hermanos y la gente del pueblo, en clima auténticamente penitencial, nos ofrece la Leyenda de Perusa hablando del eremitorio de Greccio. La predicación de Francisco había hecho de Ia aldea la comunidad cristiana ideal. «Muchas veces, cuando al atardecer los hermanos del eremitorio can– taban las alabanzas del Señor, según la costumbre observada en muchos lugares, los habitantes del pueblo, pequeños y grandes, salían de sus casas y, agrupados en el camino delante de la aldea, respondían en alta voz, a modo de es.tribillo, al canto de los religiosos: ¡Alabado sea el Señor Dios!» (LP 34). FRANCISCO Y SU DENUNCIA PROFÉTICA Francisco «profeta de su tiempo» Fue el ministro general, Elías Bombarone, el primero en captar el carác– ter profético de la vida y de la misión del «hermano y padre». En la circu– lar con que comunicaba a las provincias la muerte del fundador, entre reminiscencias bíbli-cas alusivas a Moisés, a Fínces, a Elías, a Juan Bau– tista, escribía: «Ha enseñado el camino de la vida y de la disciplina a Jacob y ha entregado un testamento de paz para 1-srael (Sir 45, 5. 24)... Era una luz, suscitada por la verdadera luz, para iluminar a los que se hallaban en 1• Bull. Franc. I, 26s. La dispensa respecto al cabello y la barba se refiere a los sacerdotes que, por ley canónica, debían llevar la tonsura y tenían prohi– bido cultivar la barba. 11 Ese sentido parece tener la expresión del Testamento «nos deteníamos muy gustosamente en las iglesias»; cf. L. PELLEGRINI, Mendicanti e parroci: coesistenza e conflitti di due strutture organizzative della «cura animarum>>, en Francescanesimo e vita religiosa dei laici nel '200, Assisi 1981, 147. Cf. Tomás de EccLESTON, Crónica, 15; K. EssER, La Orden franciscana ..., 171-182.

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