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PRESENCIA PENITENCIAL Y PROFÉTICA DEL HERMANO MENOR 185 cambiaba en admiración y en frutos de conversión. Así sucedió en da pri– mera salida apostólica de Francisco y Gil: «Los oyentes se preguntaban el uno al otro: ¿Quiénes son esos dos? ¿y qué es lo que dicen?... Las opiniones eran discordes: para unos se trataba de dos desequilibrados o maníacos; otros, en cambio, decían que su manera de hablar no era de locos... Al ver aquel modo de vivir, tan austero y con todo tan alegre, algunos se llenaban de temor...» (TC 34). Y más adelante, cuando el grupo había aumentado: «Cuantos los veían se extrañaban de aquel modo de vestir y de vivir tan diferente de lo que comúnmente se usa... Unos les escuchaban de buena gana, otros se burlaban de ellos. Y los acosaban a preguntas... » (TC 37). La misma fuente refiere lo que les ocurrió, en Florencia, a Bernardo y a su compañero, cuando tuvieron que pasar la noche al abrigo del horno de una casa, ya que no se les dio posada, A la mañana siguiente la dueña de casa no salía de su asombro al verlos orar con gran recogimiento en la iglesia y más viendo que no aceptaban las monedas que les ofrecía un buen señor como a los demás pobres. -La pregunta del limosnero no se hizo esperar: « ¿Por qué sois diferentes de los demás pobres, no !'ecibiendo dinero?» Al obtener la respuesta, todo cambió para ellos (TC J8s). Jordán de Giano y Tomás de ·Eccleston nos ofrecen, con gran realismo, numerosos ejemplos de esa doble fase de la primera aparición de los her– manos menores en cada región. El hecho de diferenciarse del común de la gente por su porte exterior y por su vida pobre creaba actitudes de desprecio y de desconfianza, pero cuando la gente de bien caía en la cuenta de que se trataba de una opción coherente con el ideal de vida que profe– saban y que verdaderamente eran diferentes, a la desconfianza sucedía el aprecio y el entusiasmo; ,su predicación removía las conciencias, la vida cristiana se renovaba y las vocaciones afluían. 13 Si no como relato histórico, poco verosímil, sí como creación simbó– lica en relación c0n esa dinámica de la presencia-testimonio, no carece de importancia el bello capítulo de las Florecillas que refiere cómo san Francisco mandó a Bernardo a fundar la fraternidad en la ciudad de Bolo– nia, el más importante centro del saber en Italia. Bernardo obedeció; 13 La croruca de Lanercost, cuyo autor no es franciscano, vefiere muy al detalle la impresión que produjeron los primeros hermanos menores llegados a Inglaterra y cómo se granjearon la confianza; texto en G. LITTLE, Tractatus fr..Thomae vulgo dicti de Eccleston, Paris 1909, Ap. I A, pp. 134-136.

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