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182 L. IRIARTE la Regla, hospedándose siempre en ellas como forasteros y viajeros» (Test 24).' En el mismo Testamento previene contra otro tipo de instalación, que podríamos denominar pastoral, y precisamente en relación con esa evolu– ción hacia los asentamientos locales: el procurarse documentos pontificios de protección «en favor de alguna iglesia o de otro lugar», en vez de ir a otra parte. a llevar el testimonio de la vida evangélica (Test 25s). La razón profunda del destino universalista de la fraternidad la siguió afirmando Francisco hasta el final de su vida. En la Carta a la Orden (8s) aparece una interesante evocación bíblica, inspirada en el libro de Tobías (13, 4-6): los hermanos menores, enviados al mundo entero, cumplen en el nuevo pueblo de Dios la misión que incumbía a los israelitas dispersos entre las naciones: la de dar testimonio de la realidad de Dios, el único omnipotente. Cuando hubo compuesto el Cántico de las Creaturas concibió la idea de constituir -el coro de los juglares de Dios que «fueran por el mundo pre– dicando y cantando loores a Dios» (LP 43). Otra diferencia importante respecto a las peregrinaciones, que se rea– lizaban en el ámbito de la cristiandad y eran expresión de la unidad de esa misma sociedad cristiana: el destino misionero; el ir entre los sarra– cenos y otros infieles (1 R 16; 2 R 12) es, en la lógica cristiana de Fran– cisco, consecuencia de la vocación fundamental de ir por el mundo, invi– tando a los hombres al conocimiento y a la alabanza del Creador. En 1217, a la reconvención del cardenal Hugolino por haber mandado a los herma– nos fuera de Italia, habría contestado él: «Tened por seguro que Dios los ha elegido y enviado para provecho y salvación de los hombres del mundo entero; serán recibidos, no sólo en las tierras de los cristianos, sino aun en las de los infieles (LP 82). Por fortuna, esa inquietud viajera, universalista, que impulsó a la fra– ternidad inicial por todos los caminos de Europa y del mundo mediterrá– neo, ha seguido obrando en las generaciones franciscanas a través de la historia, provocando siempre en cada tiempo, aun después de asentadas las estructuras conventuales, la nada fácil superación de las varias formas de instalación: material, jurídica, doctrinal, ascética, observantista... Cada reforma ha sido una desinstalación audaz. El dinamismo apostólico, siem- • Sobre la evolución hacia las moradas estables a partir de 1220, véase K. EssER, La Orden franciscana. Orígenes e ideales, Aránzazu 1976, 219-244.

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