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ANTONIO MONTEIRO, OFMCap EL PECADO, EN EL PENSAMIENTO Y EXPERIENCIA DE FRANCISCO DE AS:fS Al ofrecer el presente trabajo, hemos de advertir a nuestros lectores que, por una parte, hemos condensado o resumido algo el contenido del mismo, y que, por otra, hemos suprimido las citas bibliográficas, bastante numerosas, en las que se repetían las referencias a autores como B. Carnet, K. Esser, L. Iriarte, E. Longpré, S. Piat, etc., entre los franciscanos. O pecado no pensamento e experiencia de Francisco de Assis, en Humanística e Teología 3 (1982) 247-298. Con motivo del VIII centenario del nacimiento de san Francisco, se ha reflexionado sobre los más diversos aspectos de su impar figura. Pero no se ha estudiado, por cuanto sé, el pensamiento del Santo sobre el pecado, tema que, sin embargo, Francisco aborda en casi todos sus escritos, incluso en el Cántico de las criaturas. Además de ser un tema vivo en el alma y corazón de Francisco, el estudio de su visión del pecado me parece que es muy oportuno en estos momentos. Decía Pío XII, dirigiéndose al Congreso catequético de Boston en 1946, que los hombres de nuestro tiempo han perdido el sentido del pecado, afirmación que se ha venido repitiendo por todas partes. Pienso, sin embargo, que el pro– blema no está propiamente en la ·pérdida del sentido del pecado. Nunca como hoy se ha hablado tanto del pecado, dentro y fuera de la Iglesia, a nivel de, teología y a casi todos los niveles del pensamiento humano: cine, literatura, ciencias de la religión, psicoanálisis, filosofía ... De hecho, se trata de algo que, en lenguaje de P. Ricoeur, forma paríe de la constitución íntima de la realidad humana. Por esto mismo, pienso que lo que ha podido perderse es el sentido profundo, la verdadera dimensión del pecado y, muy particularmente, su dimen– sión religiosa. De ahí, la actualidad de un estudio de esa realidad tan ligada al hombre. El Concilio la designa como desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón del hombre (Gaudium et Spes 10), uno de los grandes enigmas de la <'ondición humana, que hoy como ayer conmueve íntimamente los cora– zones (Nostra Aetate 1). El pecado es, en efecto, una reaUdad que hay que conocer en sus profundos meandros, para entender mejor al hombre, y también para entender la historia de la salvación, la obra redentora de Cristo, la misma

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