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294 A. MONTEIRO condenado por la asamblea; el que le dijere: Fatuo, será condenado a la gehena de fuego» (Mt 5, 22: 1 R 11, 4). En relación a los hermanos que piden ir a misiones, advierte: «El ministro délcs licencia y no se la niegue, si los ve idóneos para ser enviados; pues tendrá que dar cuenta al Señor si en esto o en otras cosas procede sin discernimiento» (1 R 16, 4). En la exhortación al pueblo, los hermanos dirán, entre otras cosas: « ¡Ay de aquellos que no mueren en penitencia, porque serán hijos del diablo, cuyas obras hacen, e irán al fuego eterno! Guardaos y absteneos de todo mal y perseverad hasta el fin en el bien» (1 R 21, 8-9). Hablando a los hermanos, les dice Francisco: «Odiemos nuestro cuerpo con sus vicios y pecados porque... el diablo quiere arrebatarnos... la vida eterna, y perderse con todos en el infierno» (1 R 22, 5). Orante, dando gracias a Dios, dice: «Y te damos gracias porque este mismo Hijo tuyo ha de venir en la gloria de su majestad a arrojar al fuego eterno a los malditos... y a decir a todos los que te conocieron y adoraron y te sirvieron en penitencia: Venid benditos de mi Padre... » (1 R 23, 4). Hablando a los que no hacen peni– tencia, describe su suerte final, comenzando y acabando con estas palabras: «Pensáis poseer por mucho tiempo las vanidades de este siglo, pero estáis enga– ñados, porque vendrán el día y la hora que no recordáis, desconocéis e igno– ráis ... El cuerpo se lo comen los gusanos. Y así pierde cuerpo y alma en este breve siglo, e irá al infierno, donde será atormentado sin fin» (2CtaF 71. 85). Tratando de fomentar en los clérigos el respeto y veneración a la Eucaristía y a cuanto con ella se relaciona, les dice: «¿Es que ignoramos que hemos de ir a parar a sus manos? Enmendémonos cuanto antes... Y el que no haga esto, sepa que tendrá que dar cuenta en el día del juicio, ante nuestro Señor Jesu– cristo» (CtaCle 9-10. 14). Los hermanos predicarán al pueblo «los vicios y las virtudes, la pena y la gloria» (2 R 9, 4). Hasta en el Cántico de las criaturas subraya Francisco esta dimensión del pecado: « ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados aquellos a quienes (la muerte) encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará mal» (Cánt 13). También aquí la visión de Francisco es profundamente bíblica. Baste recor– dar el juicio final (Mt 25, 41), la parábola de la cizaña (Mt 13, 41-42), el rico epulón y el pobre Lázaro (Le 16, 23), etc., etc. Además de la transcendencia escatológica, el pecado tiene una cierta trans– cendencia aquí, en el sentido de que se proyecta fuera del pecador mismo. Es lo que veremos a continuación. 5. DIMENSIÓN SOCIAL Y COMUNITARIA DEL PECADO La fe y la piedad de Francisco distan mucho de ser individualistas. Por lo mismo, no se le podía escapar esta faceta del pecado que, además de ofender a Dios y perjudicar a quien lo comete, afecta de ordinario también a los demás. Es un aspecto que hoy la teología subraya cada vez más, sobre todo a partir de la reflexión sobre el pecado del mundo de que habla san Juan (Jn 1, 29). La solidaridad en el mal, en el pecado, en la perdición, contrapuesta

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