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292 A. MONTEIRO En todos estos casos se ve la dimensión cristológica del pecado, de sen– tido igualmente bíblico, sobre todo a partir de Pablo y, más aún, de Juan, el evangelista preferido por Francisco. 3. DIMENSIÓN PERSONAL DEL PECADO No se le escapó a Francisco esta dimensión que la teología de hoy y la misma reflexión filosófica subrayan cada vez más. El pecado es alienación, frustración, angustia, falta de identidad, etc. El Vaticano II, describiendo el pecado en esta perspectiva, habla del mismo en términos de oscurecimiento del corazón, anegación en los males, perturbación general de fas relaciones humanas, división íntima del hombre, aprisionamiento y disminución de la persona, impedimento para realizarse pk.'namente, miseria existencial ( cf. Gau– dium et Spes 13). También Francisco habla de la relación del pecado con el hombre. La ve, en primer lugar, en cuanto el pecado supone la intervención de la libertad del hombre, como ya hemos expuesto más arriba. La ve, y más detalladamente, al reflexionar sobre los efectos del pecado en el hombre. El pecado, en gene– ral, daña a los pecadores, los hace malditos, ciegos, ignorantes, desgraciados... (1 R 5, 7-8. 16; 2CtaF 16. 63-85). Los hace «miserables y míseros, pútridos y hediondos, ingratos y malos» (1 R 23, 8), «miserables y podridos, hediondos y gusanos» (2CtaF 46). Los pecadores «ponen por obra vicios y pecados, caminan tras la mala concupiscencia y los malos deseos, sirven corporalmente al mundo con los deseos carnales, con los cuidados y afanes de este siglo; engañados por el diablo, cuyos hijos son y cuyas obras hacen, son unos ciegos... , no tienen sabiduría espiritual... Ven, conocen, saben y practican el mal, y a sabiendas pierden sus almas» (2CtaF 64-68). «Por nuestra culpa somos hediondos, míseros y opuestos al bien y, en cambio, prestos e inclinados al mal; porque, como dice el Señor, del corazón proceden y salen los malos pensamientos, los adul– terios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos... » (1 R 22, 6-7). Del her– mano que comete ciertos pecados contra la pobreza, dice Francisco: «Tengá– moslo por hermano falso y apóstata, ladrón y bandido, y como a quien tiene bolsa» (1 R 8, 7); la expresión «tener bolsa» alude al apóstol traidor, Judas (cf. Jn 12, 6). No podían ser más existenciales las expresiones de Francisco para decir lo que pensaba del pecado en su relación con quien lo comete. Por lo demás, es también una visión profundamente bíblica. Baste recordar, una vez más, la descripción paradigmática del Génesis: el pecado deja al hombre desnudo (3, 7), lleno de miedo (3, 10), burlado (3, 13), envuelto en sufrimientos (3, 16), oprimido y opresor (3, 16), sujeto a la muerte (3, 19). También podríamos recordar 1a descripción del hijo pródigo, alejado de la casa paterna (Le 15, 14-20). Pero el pecado, además, tiene para Francisco un alcance mucho más vasto para el .hombre; excede con mucho su existendalidad, como veremos a con– tinuación.

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