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296 F. AIZPURÚA Este versículo reproduce al pie de la letra el texto de 1 R 9, 2. Vivir con alegría en medio de los pobres de este mundo es una de las cosas que Fran– cisco aprendió en los inicios de su conversión: «El Señor mismo me con– dujo entre los leprosos, y yo practiqué con ellos la misericordia. Y, al apartarme de los mismos, lo que antes me había parecido amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo» (Test 2-3). Esta experiencia inicial de Francisco marcó tanto sus actitudes personales posteriores como sus ense– ñanzas y exigencias para con aquellos que querían seguirle (cf. 1 R 7, 14). La teología que sustenta todo eso arranca del redescubrimiento del valor de lo humano de Jesús, de la despertada sensibilidad hacia la pecu– liar presencia del Señor en los pobres más pobres. RTor 22, 1: Los que son verdaderamente pobres de espíritu, siguiendo el ejem– plo del Señor, nada se apropian para sí ni a nadie se lo vedan, sino que ,dven como peregrinos y forasteros en este mundo. Este versículo se compone de varias expresiones tornadas de los escri– tos de san Francisco, modificadas o adaptadas al nuevo texto. «Los que son verdaderamente pobres de espíritu ... », son las palabras de la Adm 14, 4, aquí puestas en plural. La temática de la pobreza de espí– ritu aparece particularmente en las Admoniciones. « ... siguiendo el ejemplo del Señor... » El tema del seguimiento de Cristo está presente por todas partes en los escritos de ·Francisco. De manera particular al tratar de la pobreza, Francisco arranca de y señala el segui– miento de la vida, de las huellas, ejemplo y enseñanzas del Señor Jesús. Entre los muchos textos al respecto, citamos: « ... dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (2CtaF 13); «Compórtate... como mejor te parezca que agradas al Señor Dios y sigues sus huellas y pobreza» (CtaL 3); «Esta es la regla y vida de los hermanos... seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice: Si quieres ser perfecto, vete y vende todas las cosas que tienes y dáselas a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme... » (1 R 1, 1-2); «Empéñense todos los hermanos en seguir la humildad y pobreza de nuestro Señor Jesucristo» (1 R 9, 1); «Yo el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre ... » (UltVol 1); «me llena de gozo... cuando tengo la seguridad de que tú suples sobrada– mente las deficiencias mías y de mis hermanas en el seguimiento de las huellas de Jesucristo pobre y humilde» (Carta III, 4); «así tú también, siguiendo sus huellas, de manera especial las de su humildad y pobreza... » (Carta III, 25). Clara, al principio de su Testamento nos recuerda que Fran-

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