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«VIDA EN POBREZA» SEGÚN LA REGLA DE LA TOR 305 ¡Cuánto esfuerzo, tiempo, dinero, disgustos ... no tienen como fin único el mantener lo que se cree necesario, «de siempre»! Pienso que ahí el amante de lo franciscano tiene que ser un profeta de la desinstalación. - El dinamismo de un estilo de vida personal que valore lo sencillo, lo austero, lo pobre. De lo contrario, cualquier oferta de vida más en con– sonancia con la pobreza queda desprestigiada desde el mismo momento de hacerla. En esto hay que ser lúcidos y claros. - Un campo propicio, el de la marginación: lo dice la Regla de la TOR y el núcleo de lo franciscano. Mientras un grupo esté realizando su vida cristiana en el ámbito de la marginación, hay futuro para ese grupo. Eso sí, habrá que tender a ese mundo de lo marginal más allá de lo ya institu– cionalizado por los poderes públicos. De cualquier modo, el terreno de la marginación tendría que ser el horizonte al que apunte la vida del fran– ciscano pobre. 4. VALORACIÓN FRATERNA Es un hecho comprobado que, según la dinámica de lo cristiano y de lo franciscano, la pobreza tendría que engendrar fraternidad. O sea, cuanto más se adentra la comunidad en una opción de vida pobre, más fraterna es. No nos estamos refiriendo a estilos de vida penitencial, sino a modos sociales de sentir y vivir en la cercanía y sintonía de las capas sociales menos fuertes. Es ahí donde el proyecto comunitario adquiere un realismo fraterno. Por eso mismo, se puede decir que los modos económicos están hablando de los modos fraternos. Tal es la manera como una comunidad entiende lo económico, tal es su estilo de vida fraterna. Por lo mismo, se impone aquí un serio trabajo de clarificación, de corresponsabilidad, de esfuerzo común, de continuo análisis, de ser de todos lo que en sí mismo es cosa de todos. 5. VALORACIÓN DE FE Porque creemos que la opción eclesial de pobreza entronca con lo recio de la fe y del Evangelio, nuestra reflexión y nuestra vivencia sobre la pobreza carecería de norte si, de alguna manera, no apuntara a querer vivir esta pobreza por exigencias del mensaje, por causa del Evangelio. Efectiva– mente, nuestra pobreza no está profesada ante ningún estamento de la sociedad, sino ante Cristo pobre y ante los pobres de Cristo; y esto, desde nuestra debilidad, al mismo tiempo que desde nuestra sinceridad de segui– dores de Jesús. Es desde ese entronque con la pobreza de Jesús, de alguna manera cap– tada y hecha parte de nuestro proyecto personal y común de vida, desde

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