BCCCAP00000000000000000001519

230 J. MICÓ ciente a una de las familias de los «boni homines» que en la rebelión comu– nal de 1198 tuvo que huir a Perusa. 108 Siguiendo con su relación amistosa con mujeres de la nobleza, es nece– sario hacer mención de Jacoba de Settesoli, una matrona romana a quien su amistad con Francisco no fue obstáculo para seguir manteniendo y defen– diendo sus propios derechos feudales. Por lo que parece, Francisco no le pidió nunca que abandonara sus bienes y cambiara de vida (cf. LP 8). Lo contrario que Práxedes, otra noble romana a la que Francisco recibió como penitente en los primeros años de su conversión, y de la que no se vuelve a hacer mención en las fuentes (cf. 3 Cel 181). Ante esta visión de las relaciones que tuvo Francisco con la nobleza no cabe ya poder seguir manteniendo que la opción pauperística del Santo le impidiera tener una apertura amistosa hacia otros círculos o estamentos sociales. Francisco fue un hombre que no llegó a plantearse el problema de las clases sociales; simplemente las admitía con toda naturalidad. La prueba está en que mantuvo siempre un tratamiento especia:! a la hora de dirigirse a los nobles, aunque a veces no estuviera exento de cierta ironía. 109 IV. CONCLUSIÓN El significado de la postura de Francisco frente a la sociedad de su tiempo adquiere un matiz especial cuando se lee sobre el cañamazo de los acontecimientos reales en los que se realizó y se hizo comprensible. Al ana:lizar con atención el entramado sociopolítico del Asís de principios del siglo XIII se descubre el verdadero alcance de la actuación de Francisco. Porque una conversión -por religiosa que sea, y la de Francisco lo fue– no puede ya entenderse como un simple cambio interior sin motivaciones ni consecuencias en el contexto real en el que se da. Francisco había vivido con intensidad, o al menos tuvo oportunidad para hacerlo, el despertar del Común como un acto de autoafirmación del pueblo frente a los poderes feudales; no obstante llegó a la conclusión de que los valores por los que se luchaba no daban pleno sentido a su vida 106 Cf. Escritos de santa Clara y documentos contemporáneos (ed. I. Ül\1AECHE– VARRÍA), Madrid 1970, donde existe una abundante bibliografía en las pp. 21-31. 109 «Volvióse a la iglesia de Santa María de la Porciúncula, y al poco tiempo se le unieron, muy gozosos, algunos literatos y algunos nobles. Siendo él (Fran– cisco) nobilísimo de alma y muy discreto, los trató con toda consideración y dignidad, dando con delicadeza a cada uno lo que le correspondía» (1 Cel 57). Sobre la forma irónica de tratar a Pedro de Catani como «domine» puede verse: J. DE GIANO, Crónica, 12; cf. texto en Sel Fran n. 25-26 (1980), p. 242.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz