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LA CONVERSIÓN DE FRANCISCO DE ASÍS 223 ¿ Quiere decir esto que Francisco participaba del concepto tradicional de pobreza como algo natural e imposible de solucionar? Seguramente él no llegó a descubrir lo que nosotros llamamos ahora «injusticia social»; es decir, que la razón por la que existían pobres fuera porque también había ricos. La pobreza era un hecho lamentable que estaba ahí; lo único que se podía hacer era aliviarla en la medida de lo posible, y esa fue la actitud de Francisco al optar por una vida pobre donde sólo se podía ofrecer una limosna o la experiencia de que la pobreza engendra dignidad al con– vertirla Jesús en sacramento de su propia presencia. La opción de Francisco y sus compañeros de ser y llamarse «menores» no puede identificarse con una decisión de integrarse entre los «menores» como clase social. El contenido que le da Francisco es ese más generalizado de inferioridad dentro de una escala jerarquizada y que se refiere más a su posición dentro de la Iglesia que en la sociedad de clases de su ciudad. El entorno social de la Fraternidad -gente baja y despreciable, pobres, débiles, enfermos, leprosos y mendigos- está muy lejos de ser el grupo de «menores» que aparece en el Pacto de 1210 disputando el poder a los «ma– yores». Por eso hay que descartar de una vez el contenido partidista del término «menores» adoptado por Francisco. Aunque los biógrafos relacionan a Francisco con los pobres ya antes de su conversión, dándoles limosna, 84 en realidad no sabemos cuál fue su «Y los ministros examínenlos diligentemente sobre la fe católica y los sacra– mentos de la Iglesia. Y si creen todo esto, y quieren profesarlo firmemente, y guardarlo firmemente hasta el fin ... » (2 R 2, 2-3). «Todos los hermanos sean cató– licos, vivan y hablen católicamente. Pero, si alguno se apart·a de la fe y vida católica en dichos o en obras y no se enmienda, sea expulsado absolutamente de nuestra fraternidad» (1 R 19, 1-2). " «También favorecía, aun viviendo en el siglo y siguiendo sus máximas, a otros necesitados, alargándoles, a los que nada tenían, su mano generosa, y a los afligidos, el afecto de su corazón. Pero en cierta ocasión le sucedió, contra su modo habitual de ser -porque era en extremo cortés-, que despidió de malas formas a un pobre que le pedía limosna; en seguida, arrepentido, comenzó a recriminarse dentro de sí, diciendo que negar lo que se pide en nombre de tan gran Rey, es digno de todo vituperio y de todo deshonor. Entonces tomó la deter– minación de no negar, en cuanto pudiese, nada a nadie que le pidiese en nombre de Dios» (1 Cel 17). «Había Dios infundido en lo más íntimo del joven Francisco una cierta com– pasión generosa hacia los pobres, la cual, creciendo con él desde la infancia, llenó su corazón de tanta benignidad que, convertido ya en un oyente no sordo del Evangelio, se propuso dar limosna a todo el que se la pidiere, máxime si ale– gaba para ello el motivo del amor de Dios» (LM 1, 1). «Aunque ya de tiempo atrás era dadivoso con los pobres, sin embargo, desde entonces se propuso en su corazón no negar la limosna a ningún pobre que se la pidiese por amor de Dios, sino dársela con mayor liberalidad y abundancia de lo que acostumbraba» (TC 8).

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