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218 J. MICÓ Francisco había optado ya por realizar su vida dentro del esquema eclesial. Lo que le faltaba era decidirse por la forma concreta de llevarlo a ,cabo. El mismo Celano nos lo presenta en esta época de tanteo, trans– migrando por algunas de las formas tradicionales existentes en la Iglesia. Así se refugia durante unos días en un monasterio y viste, más adelante, un hábito de ermitaño. 70 Los monasterios eran abundantes en el Condado de Asís, y Francisco tuvo oportunidad de conocerlos bien.7 1 En cuanto a la vida eremítica no se sabe mucho, pero el matiz eremítico que se le dio a la primitiva Frater– nidad da a entender que le era bastante familiar. 72 De la conexión con los movimientos pauperísticos itinerantes las biografías no dicen nada, pero son demasiadas las coincidencias de estos grupos con la Fraternidad primi– tiva para que deba descartarse una relación, al menos informativa, entre Francisco y estos movimientos Iaicos. 73 w «Así llegó, finalmente, a un monasterio, en el que permaneció varios días, sin más vestido que un tosco blusón, trabajando como mozo de cocina, ansioso de saciar el hambre siquiera con un poco de caldo» (1 Cel 16). «En este período de su vida vestía un hábito como de ermitaño, sujeto con una correa; llevaba un bastón en la mano, y los pies descalzos» (1 Cel 21). 11 Entre ellos estaban: el de San Benito en el monte Subasio, el de San Pablo en la plaza mayor de Asís, el de San Apolinar de Sambro, el de Sassovivo de Foligno, etc. 12 A la vuelta de Roma en 1210, el pequeño grupo de hermanos se instala en el valle de Espoleto. «Llegaron a un lugar solitario; estaban muy cansados por la fatiga del viaje; tenían hambre, y no podían hallar alimento alguno, porque aquel lugar estaba muy alejado de todo poblado» (1 Cel 34). Posteriormente les asaltarán serias dudas sobre el modo de vida emprendido. Por eso, «verdaderos amantes de la justicia, trataban también de si debían convivir con los hombres o retirarse a lugares solitarios» (1 Cel 35). Hay que tener en cuenta que la expe– riencia de Francisco y de la primitiva Fraternidad se encuentra en la «edad de oro» del eremitismo italiano; de ahí que no resulte fuera de lugar la «Regla para los L'remitorios» escrita por san Francisco. Cf. L. PELLEGRINI, L'esperíenza eremi– tica di Francesco e dei prinzi francescani, en Francesco d'Assisi e francescanesimo dal 1216 al 1226, Asís 1977, pp. 279-313; también está dedicado a este tema: L'ere– mitismo in Occidente nei secoli XI e xu, Milán 1975. " Los viajes de Bernardone al sur de Francia le darían ocasión para conocer a los movimientos paupcrísticos que abundaban por allí. Además, los peregrinos que iban a Roma desde Francia solían bajar por un camino bien concreto: Des– pués de haber pasado los Apeninos, llegaban hasta Arezzo y, bordeando el lago Trasimeno, pasaban por el pie del collado de Asís y, por Orvieto, entraban en Roma. Sobre las relaciones de Francisco con estos movimientos puede verse: K. EssER, Die religiosen Bewegungen des Hochmittelalters und Franziskus von Assisi, en Festgabe Joseph Lortz: Glaube und Gesohichte, Baden-Baden 1958, 287- 315; IDEM, Francisco de Asís y los cátaros de su tiempo, en Sel Fran n. 13-14 (1976) · 145-172; I. DA MILANO, Il dualismo cataro in Umbría al tempo di san Francesco, en Filosofia e cultura in Umbria tra Medioevo e Rinascimento, Pernsa 1967, 175-216;

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